Tumbada en la cama, miro el techo descubriendo extrañas formas en su pintura de gotelé.
Mira, ahí hay un corazón, allá una corchea y esa otra... tiene la forma de su lunar en el cuello.
Suspiro.
Me incorporo y dirijo la mirada a la mesita de noche donde reposa un cuadro viejo.
Miro fijamente un punto exacto de la foto que contiene. Sí, tiene la misma forma.
Me levanto de la cama y con un rápido movimiento cojo el cuadro. Observo la foto unos segundos y me doy cuenta de lo fea que resulto al lado tuyo.
Vuelvo a suspirar y bajo el cuadro para no verlo.
Camino indecisa por la habitación dando vueltas alrededor de un punto fijo: el teléfono.
Me siento y escondo la cara entre las manos. Me retiro el pelo de la cara y decido descolgarlo. Oigo el ruido de la linea y encamino mi dedo al número 6. Siglos transcurren hasta que mi dedo se hunde en la tecla produciendo un agudo sonido en la monotonía de la línea. Me aventuro y sigo marcando los números que me llevarán a oír su voz. Vaya, me lo sé de memoria.
Espero unos cuantos toques hasta oír un sonido que dulcemente se posa en mis oídos: ¡Hola! El corazón quiere escaparse de mi pecho, mis ojos de sus órbitas y yo también quiero salir corriendo. Antes de que me de tiempo a contestar, sigues hablando. Ah, un contestador automático... Me quedo embelesada escuchando su voz al otro lado de mi teléfono hasta tal punto que sólo me doy cuenta de que ha cesado de hablar en el momento en el que hay que dejar un mensaje de voz.
¡Vamos, piensa, estúpida! ¡Di algo, tienes que decir algo!
Eh, ¿Danny?... que...eh... te echo de menos.
Mira, ahí hay un corazón, allá una corchea y esa otra... tiene la forma de su lunar en el cuello.
Suspiro.
Me incorporo y dirijo la mirada a la mesita de noche donde reposa un cuadro viejo.
Miro fijamente un punto exacto de la foto que contiene. Sí, tiene la misma forma.
Me levanto de la cama y con un rápido movimiento cojo el cuadro. Observo la foto unos segundos y me doy cuenta de lo fea que resulto al lado tuyo.
Vuelvo a suspirar y bajo el cuadro para no verlo.
Camino indecisa por la habitación dando vueltas alrededor de un punto fijo: el teléfono.
Me siento y escondo la cara entre las manos. Me retiro el pelo de la cara y decido descolgarlo. Oigo el ruido de la linea y encamino mi dedo al número 6. Siglos transcurren hasta que mi dedo se hunde en la tecla produciendo un agudo sonido en la monotonía de la línea. Me aventuro y sigo marcando los números que me llevarán a oír su voz. Vaya, me lo sé de memoria.
Espero unos cuantos toques hasta oír un sonido que dulcemente se posa en mis oídos: ¡Hola! El corazón quiere escaparse de mi pecho, mis ojos de sus órbitas y yo también quiero salir corriendo. Antes de que me de tiempo a contestar, sigues hablando. Ah, un contestador automático... Me quedo embelesada escuchando su voz al otro lado de mi teléfono hasta tal punto que sólo me doy cuenta de que ha cesado de hablar en el momento en el que hay que dejar un mensaje de voz.
¡Vamos, piensa, estúpida! ¡Di algo, tienes que decir algo!
Eh, ¿Danny?... que...eh... te echo de menos.