jueves, 17 de febrero de 2011

El parque.

Habían discutido. Adam y Bonnie, habían discutido.
En realidad, siempre lo hacían. Discutían a todas horas y por los detalles más insignificantes.
-Que hoy te veo y punto. -Adam, cabezota.
-Que no. Que no me da la gana verte después de lo que me has dicho.
-¿Decirte qué? Venga vale, ve de victima.
-Creo que sabes perfectamente qué es lo que me has dicho y no me hables tú de ir de víctima.
-Si discutimos, discutimos en persona. A las 6 en el parque de siempre. -Y Adam colgó.
Bonnie, ante el silencio de la linea telefónica, tiró el teléfono móvil al suelo y se escondió la cara en la almohada. Gritó. Gritó de rabia, gritó de amor. No iría las seis a aquel parque. NO iría, porque él no se lo merecía. Miró su reloj de pulsera. Eran las 4 y media y estaba cansada. Se recostó en la cama y, abrazando un enorme oso de peluche, se echó a llorar. Lloraba porque se sentía chantajeada. Sólo tenía dos opciones, dejarle solo o darle la razón y convertirle en un maldito niño consentido. Cerró los ojos, para descansarlos, para intentar relajarse. Pero el sueño sucumbió y sus ojos mojados no se abrieron por unas horas. Cuando despertó, se sobresaltó por el repiqueteo de la lluvia en la ventana. Miró rápidamente el reloj comprobando que había dormido durante más de dos horas. Las siete. Él no seguiría allí. El parque de siempre estaba muy cerca de la casa de Adam y algo lejos de la suya. Sintió un impulso que la obligó a agarrar un impermeable, ponérselo rápidamente y a coger el bonobus de la encimera. Salió corriendo hacia la parada del autobus maldiciendo por lo bajo por llevar zapatillas de tela. Lo cogió por los pelos, viéndose obligada a hacer estúpidas señales al conductor para que esperara unos segundos. 20 minutos de viaje se sumaron al reloj y cuando llegó corriendo al parque, fatigada, se llevó una gran desilusión. Miró a su alrededor, no era el típico parque de columpios para niños. Era el campo en su estado más salvaje. Un par de mesitas de madera demostraban el paso del hombre por él, pero igualmente ellos siempre le llamaban El parque. Caminó por una especie de sendero, dejándose mojar por la lluvia y por la desolación. ¿Qué creía? ¿Que iba a estar allí, esperándola a ella durante dos horas? Siguió caminando un poco más y decidió sentarse en la mesita de madera en la que solían tener lugar sus encuentros. Estaba mojada, pero no le importó, quería mojarse. Cerró los ojos y rememoró momentos juntos. Sintió sus brazos arropándola y protegiéndola de la lluvia, sintió sus labios presionándose suavemente en su cuello, sintió su respiración cercana y real. Tan cercana y tan real, que sintió la necesidad de abrir los ojos. Pero sabía que allí no habría nadie y era demasiado bonito vivir en el sueño.
-Bonnie -una voz cansada con un tono dulce, casi paternal.
Bonnie no respondió, era evidente que la voz estaba en su cabeza. Pero esta vez sí que abrió los ojos. Abrió los ojos y le vio cerca, muy cerca, tanto que si hubiera sido cualquier otra persona se habría sobresaltado de forma exagerada. Su pelo estaba mojado, había perdido totalmente la forma de cresta que se trabajaba tanto todas las mañanas. Las gotas de lluvia resbalaban por su cara, encontrándose finalmente con una amplia sonrisa de perlas que se reencuentran con su amado mar que cae del cielo. Adam rodeó con sus largos brazos el cuerpo de Bonnie y apoyó los labios en su pelo, en un beso infinito.
-Estás temblando. ¿A quién se le ocurre traer tan poca ropa?
Pero Bonnie no era capaz de hablar. Se sentiría como una esquizofrénica hablando con lo que cree ver.
-¿Bonnie? Di algo, joe.
Por toda respuesta, ella, le agarró del cuello del abrigo y permaneció unos segundos frente a sus labios antes de besarle suavemente en la comisura. Una vez comprobada la realidad de su presencia, se separó lentamente y miró la cara atontada de Adam.
-¿Qué haces aquí?
Adam tardó unos segundos en responder.
-Esperarte.
-¿Durante dos horas?
-En realidad, un poco más.
-¿Y si no hubiera venido?
-Bonnie, no tengo otra cosa mejor que hacer que esperarte.

miércoles, 16 de febrero de 2011

Todos los fonemas.

Bonnie le coge de la mano. La nota temblorosa y caliente. Suben la cuesta juntos, sin mediar palabra. Y de pronto, ella se para. El se detiene por inercia pero no vuelve la cabeza para mirarla. Da igual, ella espera paciente. Y cuando por fin se gira, despacio, renunciando a su orgullo, la ve sonriendo. La inercia vuelve a actuar, él sonríe. Se acercan despacio, mirándose los labios. Sin soltarse de la mano, ella le abraza por el cuello y él pasa su brazo libre alrededor de su cintura. Pegan sus frentes sin mirarse a los ojos, notando de cerca sus respiraciones. Sueltan sus manos para rodearse con ellas también, para sentirse más de cerca, para abrazarse con todo el cuerpo, juntando despacio sus labios, convirtiéndose en una sola persona.
-Adam... -Bonnie entreabre los ojos, atontada.
-¿Hm? -Él no consigue despegarlos, aferrándose a los labios de Bonnie.
-Nada. Da igual.
Él abre del todo los ojos y la mira fijamente.
-Dímelo.
Ella se mira los pies, sin atreverse a mirarle directamente. Pero un ataque de valor la refuerza por dentro, levanta la mirada y pronuncia con claridad y lentitud cada uno de los siguientes fonemas:
-Te quiero.
Algo explota dentro de Adam, adrenalina que le recorre todos las venas de su cuerpo, transportando a todas las células de su cuerpo gramos de felicidad, mensajes de que todo irá bien, sensaciones de la que la vida de verdad merece la pena.
Un impulso le lleva a agacharse levemente para agarrar por las piernas a Bonnie, elevándola para cogerla en brazos mientras la besa con vehemencia.
-Joder Bonnie, yo sí que te quiero.

jueves, 10 de febrero de 2011

Not just The Beatles.


Cuatro, son sólo cuatro hombres. Cuatro personas. Cuatro personas como pueden ser otras cuatro cualquiera. Pero no lo son. Son ellos, son ellos cuatro. Los mismos que sin saberlo, me han hecho la vida un poquito más fácil.
No me conocen, ni me conocerán, posiblemente, ni les vea de lejos, para ellos no soy más que nada, y sin embargo, me han calmado y consolado en mis situaciones más tristes y deprimentes, han compartido mi alegría, me han incitado a revolucionarme, han estado en las buenas y en las malas, han comunicado por mí a mi familia que cuando tocaran Yesterday o Let it be a todo volumen en mi habitación, nada bueno pasaba; me he sentido los efectos positivos de la droga con Lucy in the sky with diamonds, con Because, con Being for the benefit of Mr Kite o con I'm the Walrus sin tener ninguna consecuencia negativa; me han hecho ilusionarme al oír Please Mr Postman en el anuncio de Orange, All my loving en la película Love Actually o en otras muchas situaciones que he oído como se utilizaban sus canciones. No, definitivamente no son cuatro personas, son cuatro genios, cuatro mentes prodigiosas que juntas y con letras no siempre muy profundas transmiten algo muy hondo, una sensación que supongo que no todo el mundo es capaz de captar.

miércoles, 9 de febrero de 2011

Todo pasa y todo queda, pero lo nuestro es pasar, pasar haciendo caminos, caminos sobre la mar. Nunca perseguí la gloria ni dejar en la memoria de los hombres mi canción.

Caminante, son tus huellas el camino y nada más.
Caminante, no hay camino, se hace camino al andar.
Al andar, se hace camino y al volver la vista atrás, se ve la senda que nunca se ha de volver a pisar.
Caminante, no hay camino, sino estelas en la mar.

La vida como camino. Camino en el que las huellas son las obras por las que se recuerda a los que ya no están. Camino en el que no hay nada escrito, cada uno escribe su sino, cada uno crea su propio camino. Camino que no permitirá el retroceso, no permitirá que nadie se gire y de la vuelta para desandar el camino y buscar uno nuevo, se podrá elegir el futuro, se podrá reconducirlo, pero nunca deshacerlo. Camino que no existe, no existe ya que cuando deseas darte cuenta, estás en el final, habiendo disfrutado, habiendo sufrido, se llega al final de la misma forma que las estelas en el mar desaparecen tras alejarse el barco de ellas.

martes, 8 de febrero de 2011

Only time...

Enya resuena en su mente.
Joder, esa mujer es maravillosa-
Bonnie con los ojos cerrados y balanceándose lentamente, deja que su alma flote por la habitación. Flota sin dolor, sin angustia, en perfecta sintonía con el aire paralizado en el tiempo. Y vuelve a ser una niña y vuelve a correr, a tropezarse y allí está él para levantarla, para reñirla cuando se comporta de forma demasiado pueril y ella le mira y dios mío, le adora.
Entonces, de pronto y sin previo aviso, nota que su alma no está sola, hay otra ahí que la abraza y la susurra al oído "Todo va a salir bien, gitanilla" Gitanilla. Pero Bonnie no llora por echarle de menos, porque el está ahí, le nota clavar sus ojos azules en su nuca, nota cómo en sus hombros hay un peso, el de las manos de él dándole apoyo y fuerzas para continuar.

Y Bonnie piensa... Bendita medicina.



·And who can say why your heart cries, 
When your love dies? 
Only time.."

lunes, 7 de febrero de 2011

Tápate el corazón, pero el dolor saldrá por los ojos.

Este texto va por los que dificultan aun más mi vida, cuando pensé que era imposible. Gracias.


Ella. Ella volvió. No debió volver, es fácil saberlo. Pero a ella le gusta, le gusta que la pisoteen que la machaquen y que la utilicen como a un trapo viejo. ¿Le gusta? Claro que no le gusta, panda de ignorantes. Pero es lo que hay, es su misión en esta vida y nadie puede luchar contra el sino. Tiene tantas cosas a las espaldas, tantas puñaladas, tantas pérdidas, tantos malostratos, tantas agresiones, tantas palabras, tantísimo dolor, tantísimo... que se somatiza, le salen pequeñas manchas que nacen con la intención de alertar, de decirla "Hey pequeña, este mundo no es para ti, eres un pequeño error de la naturaleza, sólo has venido para soportar el peso que deberían llevar otros" Pero ella no las escucha, ella quiere luchar y seguir adelante ¿Por qué? porque tiene una razón, es una sola, pero es muy muy grande, muy muy grande y muy muy mayor también. Y la naturaleza actúa. Actúa la maldita naturaleza y le quita su razón, se la quita de un plumazo, ante sus ojos que contemplan horrorizados como otros ojos azules, ya cerrados tras el último soplo de su corazón, no volverán a abrirse jamás.
¿Y ahora qué? Ya no tiene su razón... y piensa lo fácil que sería que la naturaleza se la llevara a ella también y que Dios los reecontrase a ambos en lugar mejor. Pero decide seguir luchando, decide que él la vea desde lo más alto y pueda sentirse orgulloso, pueda sonreír contemplándola. Pero no, no es posible, porque para que él desde arriba pueda sonreír ella tiene que hacerlo antes desde abajo. Y no la dejan. No la dejan. Provocan su llanto constante, porque ni aun en el peor momento de su vida sus amigos, familiares o conocidos tienen la decencia de dejar de arremeter contra ella, de dejarla vivir en paz, de cesar de cargarla sus problemas, de descargarse con ella y de hacerla la vida más dificil, de hacérsela imposible, cortando su felicidad y la de la persona a la que ella siempre ha querido más que a nadie.
Y ella sufre. Se encierra en el baño que compartía con él y espera pacientemente a que las convulsiones cesen, pero aunque en su cuerpo paren, su mente jamás dejará de convulsionar. Y las lágrimas no dejan de mojarle las mejillas, el pelo comienza a caerse, la cabeza se le calienta a punto de explotar y lo único que quiere hacer es correr. Correr a buscarle, correr y correr hasta encontrarle y contarle todo el daño que la están haciendo, decirle que sin él la vida no tiene sentido, que se está mueriendo lentamente mientras el resto de la gente, ignorantes del verdadero dolor del sufrimiento, abusan de ella, de su caracter permisivo y la maltratan haciendo que cada vez tenga menos ganas de vivir. Pero nada de esto pasa, nada pasa, sus piernas no pueden correr, no pueden moverse y aunque lo hicieran jamás la llevarían al sitio donde él se encuentra, jamás la dejarían desahogarse porque hasta sus piernas la odian, hasta sus piernas desean su mal, hasta sus piernas sienten asco por ella y están dispuestas a utilizarla.
Y se derrumba, se muere por unos segundos sobre la cama que antes daba reposo a la persona que más ama y desea que Dios le explique por qué, por qué la han hecho así, por qué no cesa su sufrimiento, por qué le han arrebatado a la única persona capaz de quererla tal y como es, sin pegas, sin abandonos, sin abusos. Y se maldice infinitas veces porque no sabía que se pudiera sufrir tanto, porque no es de otra forma, porque no es guapa ni simpática, porque no quiere seguir así y espera, espera a que algo bueno pase, pero no, es mentira, ya no espera, ya no espera nada de nadie, porque todos son iguales y no se la está permitido ver a la única persona diferente.

La chispa de la vida.

Todos venimos a este mundo por una razón, algunos vienen para salvarlo, como Jesucristo; otros vienen a dejarnos un enorme legado, como Mozart; otros a deleitarnos con su voz, como Frank Sinatra o Freddie Mercury; otros a revolucionar la música, como The Beatles; otros a intentar destruir a los diferentes, como Hitler; otros a matar, como Osama Bin Laden; otros a enriquecerse a costa de los demás, como Belén Esteban, otros a vivir por los demás desde el anonimato, como mi abuelo. Pero todos, absolutamente todos, venimos a morir y lo única forma de permanecer vivo después de la muerte es esforzándose al máximo durante la vida para que tus recuerdos vivan por ti cuando tu cuerpo ya no puede.
Sigues vivo en mí, lo sé, lo sé porque te siento cogerme de la mano cuando me siento sola, siento como toco su aspereza, siento tus abrazos cuando lloro y siento tus besos de consuelo en mi cabeza.
Nunca, nunca, nunca, vas a morir mientras yo respire en esta tierra.