martes, 28 de diciembre de 2010

El guardián entre el centeno.


“No sé por qué hay que dejar de querer a una persona
sólo porque se ha muerto.


Sobre todo
si era cien veces mejor
que los que siguen viviendo

domingo, 5 de diciembre de 2010

Adiós no es lo mismo que hasta nunca.

Hay veces que lo mejor es salir corriendo.


Si un ladrón te atraca en la calle y te pide el monedero ¿Qué es lo que hay que hacer? Dar el monedero y correr. Simple y claro.

Si personas a las que considerabas tus amigos te hacen daño y te piden que te arranques el corazón para darselo después ¿Qué hay que hacer? Lo mismo. Claro y simple.


No hay más Sadie, nunca más la habrá.

jueves, 2 de diciembre de 2010

Sadie: ¿Y quién necesita a ese tal Amor teniéndote a ti?


 
The Beatles: Sexy Sadie you broke the rules
You laid it down for all to see
You laid it down for all to see
Sexy Sadie oooh you broke the rules.

Yo nunca.

-Venga, Amy, ¡te toca! -Entrecerró los ojos demostrando embriaguez por todos y cada uno de sus gestos.
-Yo nunca... yo nunca... ¡YO NUNCA HE QUERIDO!
Sus amigos estallaron en mil  y una carcajadas y se dispusieron a beber como locos de sus vasos de plástico.
Todos menos una. Bonnie. Se quedo quieta, con cara seria y una lágrima recorrió su rostro.
Yo nunca he querido.

Foreverlonely.

Duele ¿eh? duele. Sadie no tenía ni la más remota idea de que algo así pudiera doler tanto.
Prudence. Su mejor amiga. Mejor amiga... ¿Qué significan estas dos palabras? ¿Es un simple título que se le da a una persona porque te ha acompañado desde la más tierna infancia a la adolescencia? ¿Era eso? En cualquier otro momento Sadie habría afirmado rotundamente que no, pero aquel no era un momento cualquiera y Sadie tuvo enormes dudas sobre aquellas dos simples palabras.
¿Qué sabía Prudence sobre ella? ¿A caso la conocía lo más mínimo? ¿A caso todos esos años no habían servido para nada? No conseguía obtener las respuestas. Pero fuera como fuese, Prudence la estaba haciendo daño o bien por no conocerla o bien por egoísmo. Daño de verdad.
¿Y qué podía hacer ella al respecto? Nada, absolutamente nada. Aunque en el fondo le revolviera la rabia y el enfado, la lástima y la pena, no podía hacer nada más que contentarse con mirarse al espejo y soltar un enorme discurso sobre lo que le diría a Prudence si tuviera valor:
Me has decepcionado, Prudence. Creí que había ciertas cosas que no se preguntan, simplemente se saben. Y no, no me digas que no eres adivina porque en este sentido deberías serlo, deberías conocerme como te conozco yo a ti, deberías saber que significan las expresiones de mi rostro, las veces que te digo sí queriendo decir no, lo que significan mis silencios. 13 años joder Prudence, 13 años en los cuales no has aprendido nada sobre mí. Qué gran decepción.


domingo, 28 de noviembre de 2010

II

Se levanta del sofá encorvado y se vuelve a desplomar en la silla. Acerca el portátil y lo enciende. Bendita tecnología, piensa. Maldita chatarra, tarda años en encenderse. Lo golpea. Lo vuelve a golpear descargando en él su energía. Lo rompe. Genial, está roto. La pantalla y el teclado medio separados. Vaya, funciona de todas maneras. Desplaza el ratón y clickea sobre su correo. 78 mensajes. ¿Cómo puede ser? Maldita propaganda. No, no quiero irme de crucero. No, no quiero tu bazofia de teléfono móvil. Uno tras uno los va eliminando. 20 mensajes de propaganda, otros 58 por ver. Mamá: Hijo, ¿Estás bien?... De puta madre, no te jode. Su hermano mayor: Eh tío, da señales de vida ¿no?. No. Peores que la propaganda. Desplaza el ratón desesperadamente en busca de un correo decente. Su nombre. ¿Qué? No puede ser. Y efectivamente, no, no es. Ese correo ya estaba leído. Hola cariño, te echo de menos. No sabía como podía decir tanto con tan pocas palabras. La echaba de menos, joder. Puñetazo a la mesa. Puñetazo contra la pared. Sangre en los nudillos... Lágrimas, lágrimas que caen a borbotones, como la sangre de su piel. Se siente débil, quiere tumbarse. Mira alrededor, buscando. El sofá está demasiado lejos... Se deja caer de rodillas sobre la vieja alfombra, se deja caer levemente hasta acabar totalmente tumbado en posición fetal. Llora como un niño, como un bebé recién nacido haciendo honor a su postura. Llora y llora hasta que ya no quedan lágrimas, hasta que se le secan los ojos y se le ennegrece el corazón. Joder, yo sí que te echo de menos, cariño...


Y es que es verdad, a veces, existe.

Michelle.

A veces lloro, ¿sabes? lloro porque me siento sola. Lloro porque me gustaría ser otra persona, con otras cosas en la cabeza, con otra personalidad y con otras virtudes. Lloro porque me gustaría ser como cualquier otra persona que piensa cosas acordes con su edad y vive como una persona normal. Lloro porque a pesar de estar rodeada de gente, me siento terriblemente sola. Lloro porque sé que nadie me comprende, que nadie jamás lo hará. Lloro porque no veo salida. Lloro porque no me gusta esta vida.
En esos momentos, pienso en ti. Pienso que a pesar de todo, tengo una suerte enorme y esa suerte tiene nombre y apellidos. Michelle. Gracias, gracias por todo. Porque hasta cuando no haces nada, me siento feliz de simplemente saber que al pronunciar tu nombre vendrás conmigo. De saber que si te he encontrado a ti, nada me impide encontrar más gente que verderamente me llene.
Gracias porque aunque no lo sabes, me haces sonreír día sí y día también.

 Lucy.

I

Se deja caer en el sofá el cual, debido al impacto, se echa para atrás estampándose con la pared. Le da absolutamente igual. Tantea los cojines del sofá en busca del mando, al notarlo, lo agarra con mano muerta. Señala la televisión con él, pulsando débilmente el botón rojo de encender. La tele permanece indiferente. Tras varios intentos, pulsando con más intensidad puede ver un hombre totalmente desconocido frente a él, dentro de la caja gris. No le convence, cambia de canal. Teletienda, basura. Cambia otra vez. No, no hay nada. Decide pulsar el botón del DVD, quién sabe que película habrá ahí metida. Oh, Vince Vaughn. Ese tío es un capullo, piensa. Rebobina con el mando en busca de alguna escena interesante. Un beso. Un beso con Jennifer Aniston. Agarra un cojín y lo tira al suelo con toda su rabia. Ya sabe que pelicula es: The Break-Up. Qué les den a las tías, refunfuña en alto. Se cruza de brazos para no oír como se rompe su corazón.
Llaman al teléfono... Esperanza, luz, vida. Lo coge. ¿Sí?. Hola, hijo. Cuelga. No era esa la mujer que él esperaba.

sábado, 27 de noviembre de 2010

El mayor de mis temores.

Before.
-Hola, soy Lucy, ¿está Michelle?
-¿Lucy? ¡Soy yo, estúpida!
-¡No me digas! Eres igual que tu hermana...
-Ya... ¡Eso dicen! ¿Querías algo?
-No. Bueno sí, sólo hablar ya sabes.
-Estupendo. Tengo todo el tiempo del mundo.
-¿No tienes mañana examen de geometría?
-Por favor Lucy, la geometría puede esperar.
-Estoy un poco preocupada, Mich...
-Cuéntame, soy todo oídos.
...




[...]
After.

-¿Hola? ¿Max?
-¿Perdón?
-Oh, vaya, creo que me he equivocado...
-¿Lucy, eres tú?
-¿Michelle?
-¡SÍ!
-¡Michelle! Oh dios mio, he llamado justo al número después de Max en la agenda... Vaya, ¿Cómo estás?
-Oh, Lucy, ¡Qué alegría oírte! Muy bien, ¿y tú?
-Estupendamente. ¿Qué tal te va la carrera?
-Genial, algo difícil pero muy bien. ¿Tú?
-Muy bien también, es totalmente para mí.
-¿En serio? Me alegro mucho. ¡El otro día me acordé de ti!
-¿De verdad? ¡Yo también de ti! Pensé: "tengo que llamarla, hace mucho tiempo que no hablamos"
-¡Eso mismo pensé yo! Pero ya sabes, es todo un lío, la facultad, los exámenes...
-Ya, eso me pasa a mí también... Bueno, tenemos que quedar, ¿eh?
-Sí, por supuesto. Bueno, me tengo que ir, Lucy, ya hablamos.
-Sí, yo también. Manda recuerdos. Un placer hablar contigo, Michelle.


[...]

¿Quién no se volvió a ver nunca más?

Debilidad dañina.

Se tapa la cara con las manos porque no quiere ver. No quiere ver lo que pasa, no quiere ver lo que ha hecho.
Se siente estúpida y voluble, una niñata cualquiera. Nadie sabe lo que quiere y menos lo sabe ella. El caso es que duele, todo duele. Pero no es justo, o eso piensa ella, porque no saber lo que quieres solo conlleva dolor, dolor sinsentido, dolor absurdo y del cual no se sabe su procedencia. ¿Por qué no hay felicidad también? Felicidad sinsentido, felicidad absurda y de la cual no se sabe su procedencia, ¿Por qué no hay de eso en su corazón?
Se siente débil, menuda. Con una gran capacidad para hacer daño allá donde pone la mirada, o mejor dicho, donde pone el corazón.
"La felicidad me odia", piensa. Y sí, tiene razón, la odio.

miércoles, 3 de noviembre de 2010

El maltratado se convierte el maltratador.

Alzo la mano con toda mi rabia contenida, dispuesta a vaciar toda ella en un sordo y seco sonido.
Y justo cuando estoy a punto de hacer que mi mano descienda a toda velocidad sobre su mejilla, la veo. La veo de verdad, como nunca antes lo había hecho. Y en ella veo algo, o mejor dicho veo a alguien. En su cara de miedo, en su agitada respiración de pánico, en su cara amoratonada, en su pequeño y frágil cuerpo acurrucado en una esquina y temblando como un niño. ¿Cómo un niño? Ella es una niña, una niña pequeña e indefensa como lo fui yo a su edad.
Al verme vacilante, emite con un hilo de voz algo parecido a una aguda súplica cargada de esperanza:
-¿Mami?
Oigo como algo en mi más profundo interior se rompe en mil añicos. De pronto todo se desvanece y yo ya no estoy allí, estoy en la casa de mis padres y de pronto yo ya no tengo treinta y tres años, tengo seis. Siempre me habían dicho que era una niña muy grande para mi edad, no "alta pero esbelta", sino "grande". Ese día en la escuela, unos cuantos niños mayores se habían estado riendo de mí por mi tamaño de pie, excesivamente "grande". 
Cuando oí el sonido que producía el coche destartalado de mis padres, estaba llorando lágrimas acomplejadas en mi habitación y aquel ruido provocó en mí un mayor pánico. Pensé rápidamente en un sitio donde esconderme y sólo se me ocurrió debajo de los lavabos del baño donde había una cortinita y dentro de ella espacio sufiente para cobijar a una niña de seis años. Allá fui corriendo torpemente y conseguí ocultarme dentro. Se me veía un poco, pero pensé que mis padres habrían bebido una de esas botellas negras como el carbón que huelen tan mal y son tan difíciles de abrir y, eso, les dejaba en un estado de estupidez mental que yo aun no había conseguido entender, pero que en un futuro no tan lejando entendería a la perfección.
Entraron dando un portazo y gritándose con violencia. Mi madre insultó a mi padre y éste le respondió dándole una seca bofetada en el rubor de su mejilla, el que siempre aparecía cuando bebía alcohol. Ella salió corriendo y llegó al baño gritando y llorando. Al entrar, se tropezó con mis pies que asomaban por debajo de la cortinita, se precipitó al suelo y se golpeó la cabeza con la bañera. Yo, que había oído el golpe, me quedé inmóvil con los ojos apretados, temblando violentamente. Cuando fui lo suficientemente valiente para abrirlos y asomar la cabecita fuera de mi escondite vi una enorme marioneta con los ojos cerrados y cubierta sangre que no paraba de salir de algún punto de su cabeza como si de un grifo se tratara.
Entonces, llegó mi padre al baño. Al ver el espectáculo: su mujer tirada en el suelo, inconsciente y llena de sangre y a su hija escondida debajo del lavabo, con la cabeza y los pies fuera de la cortinita, estalló. Estalló y de que manera. Me agarró de los pies, tiró de ellos para sacarme fuera y agarrarme con violencia por los tobillos. Me alzó en el aire y me miró a los ojos, con una mirada penetrante, clavándome sus pupilas rojas de ira y expulsando humo por la cabeza del mismo modo que mi madre expulsaba sangre.
-¿Papi? -Y lo dije porque realmente no sabía si ese basilisco era mi padre.
Relajó sus rasgos faciales un segundo para soltar una enorma y burlona risotada que sonó grotesca ante tal situación.
-Ni papi ni hostias.
Y ahí creí morir. Me tiró al suelo con infinita agresividad y comenzó a darme patadas por todas partes, especialmente por la cabeza. Al principio grité y grité hasta hacerme daño en las cuerdas vocales y cuando ya no pude más, simplemente dejé de pensar, con los ojos entreabiertos mientras la voz de mi padre llegaba a mis oídos lanzándome todo tipo de insultos que me han pesado hasta hoy trescientos kilos cada uno. Y no se cansó, siguió así horas que a mí se me hicieron eternas, como semanas, como meses que no terminan nunca. Hasta que por fin, perdí la consciencia y mi sangre se mezcló en el suelo con la de mi madre.
Desperté tres semanas después en un hospital con dificultades para moverme y de ahí en adelante no volví a ser la misma persona. Mi madre, perdió la memoria y parte de su inteligencia mental. Mi padre fue encarcelado y yo pasé a vivir con mis tíos quienes se parecían en bastantes cosas a mi padre, en demasiadas.
Cuando por fin me mudé lejos de esta familia, si se puede llamar así, juré y perjuré ser buena madre, buena persona, juré parecerme lo menos posible a esa pareja de descerebrados que compartía mi ADN.
Y aquí estoy ahora, con la mano en alto, intentando descargar toda mi furia en una inocente niña que me ha traído todo el amor que nunca tuve. ¿Y así se lo voy a pagar? No, perdona pero no.
El maltrado se vuelve maltratador...


    martes, 2 de noviembre de 2010


    Me había puesto una camiseta suya.
    Él estaba sentado en el sofá viendo distraídamente la tele mientras yo esperaba a que se percatase de mi presencia apoyada en el marco de la puerta. Tardó en darse cuenta y lo hizo porque una ráfaga de viento proveniente de la ventana del baño condujo el aroma de mi perfume hasta su nariz aburrida. Vi como su naricilla se arrugaba casi imperceptiblemente, como sonreía con los ojos cerrados y como los volvía a abrir mientras giraba la cabeza hacia mí.
    Nos miramos fijamente como dos desconocidos, hasta que él habló.
    -Qué bien hueles.
    Esbocé una media sonrisa sin decir nada mientras él me miraba de arriba a abajo.
    -Te queda mejor que a mí...
    Seguí sin decir nada, andando despacio hacia él mientras seguimos mirándonos con el deseo reflejado en los ojos. Me senté encima suyo y le besé suavemente en el cuello.
    -...Pero al fin y al cabo, es mía, así que dámela.


    Recuerdos que aun hoy me atormentan la existencia.

    lunes, 1 de noviembre de 2010

    Así que me acerqué a su vera con paso firme y decidido y después de tanto tiempo enfadados y sin hablarnos, le solté:
    -No sabes lo importante que eras para mí.
    Y me fui, así, como en una película, con gracia y desparpajo, moviendo el culo de forma atrevida incluso...
    ..¿Cómo en una película he dicho? Ah sí. Quizá no fui tan decidida y con paso tan firme, tan sólo eso.
    Bueno y quizá no tenía gracia ni desparpajo ni movía el culo... También es posible que no dijera eso exactamente... O incluso, que no fuera, que simplemente me quedara mirando como hablaba con otra chica... Quizá no es mi estilo... Quizá desearía que ese fuera mi estilo...

    miércoles, 27 de octubre de 2010

    Nadie como el abu.

    Al entrar en la habitación del cuarto de mi abuelo, le vi tumbado en su cama con los ojos cerrados. Me senté en su cama, intentando ocupar lo menos posible y le cogí de la mano. Al sentirme, abrió de pronto los ojos y me hizo una sencilla pregunta que se clavaría en mi memoria con fuego:
    -¿Quién eres?
    Lo dijo de forma totalmente natural, sin soltarme de la mano o asustarse de mí, como si además de no conocerme no pudiera percibirme.
    -Oiga, quiero que me traiga la cuenta ya. Tengo prisa ¿sabe? Mi mujer se estará preguntando dónde estoy.
    Su mujer, mi abuela, había muerto hacía años.
    -…¿Abuelo?
    Sé que fue estúpido decir eso, pero no se me ocurría nada más y todavía me agarraba a la esperanza de que volviera a la cordura.
    -Oh… ¿Has perdido a tu abuelo?
    Asentí bobamente con la cabeza, intentando controlar el nudo que tenía en la garganta.
    -Pregúntale a esa señora, tiene pinta de ser la dueña de este sitio.
    Mientras decía eso, señalaba una lámpara. En cualquier otro momento, me habría reído por el toque de humor en una escena de amargura, pero no me dio tiempo ya que mi abuelo se levantó de la cama con la energía que él creía tener y se cayó de bruces en el suelo.
    Corrí precipitadamente hacia él y me horroricé al ver que tenía los ojos cerrados. Lo primero que se me ocurrió fue tomarle la mano y comprobar que tenía pulso. Efectivamente, lo tenía, así que lo zarandeé levemente y lo llamé por su nombre. No me hizo caso y el miedo se hizo más grande: no había nadie en todo el edificio y no sabía a quién pedir ayuda. Cuando me levantaba para coger el teléfono, oí mi nombre. Inmediatamente me giré y vi a mi pobre abuelo mirándome con ojos de profunda tristeza y tirado en el suelo como si de una marioneta de trapo se tratase.
    -Estoy enfermo, ¿verdad?
    Se me llenaron los ojos de lágrimas y me abalancé hacia él para abrazarle.
    -Estoy enfermo, ¿verdad?
    Lo repitió aunque probablemente sabía que yo le había oído perfectamente y también lo que ese silencio significaba. De todos modos, asentí ligeramente.
    -¿Qué me pasa?
    Se separó de mí y se miro las manos con tristeza, como si las arrugas y las venas marcadas de aquellas ancianas manos pudieran confesarle que le sucedía.
    No fui capaz de contestar pero él lo hizo por mí, con una sola palabra que llenó hasta el más recóndito lugar de aquella habitación.
    -Alzheimer.
    Volví a asentir aun sabiendo que eso había sido una afirmación, no una pregunta.
    Él me miró seriamente a los ojos y dijo:
    -Quiero que sepas que pase lo que pase ahora que te estoy enormemente agradecido por todo lo que has hecho por mí y quiero que siempre tengas en cuenta que te quiero como nadie te va a poder querer.
    Las lágrimas inundaron mis ojos y me abracé al débil cuerpo de aquel anciano enfermo. Después le levanté y le ayudé a meterse en la cama de nuevo, donde se arropó y dos minutos después yacía profundamente dormido. Le besé la frente sabiendo que a partir de ese momento nada iba a ser lo mismo.

    Despertar.

    Las sábanas blancas están calientes, nuestras manos entralazadas y tu respiración juega con en mi piel. Tienes los ojos cerrados, la boca ligeramente entreabierta y tu pelo dorado se mezcla con los rayos del sol que se cuelan por el ventanal. Tus labios parecen más rosados que nunca y tu perfil más angelical de lo normal.
    Suspiro y cierro los ojos rogando a Dios que este momento no se acabe nunca.

    Pero los abro y tú ya no estás. La cama está fría y el sol no quiere colarse por mi ventanuco.
    Te has llevado tus labios, tu pelo, tu mano, tus ojos... Te lo has llevado todo contigo, hasta mi corazón. Me lo has arrancado del pecho y ahora ya no siento nada.

    Y sé que la única solución es esparar al próximo sueño para estar contigo... Y esperaré, te aseguro que esperaré.

    sábado, 23 de octubre de 2010

    94608000 segundos.

    Es increíble pensar, que estás a menos de 10 kilómetros de mí.
    10 kilómetros que recorrería corriendo con tal de verte.
    Con tal de tocarte, con tal de sentirte, de besarte.
    Con tal de mirarte y de que me miraras.
    Con tal de poder hacerte sonreír con mi sonrisa.
    Con tal de decirte que llevo tres años esperándote.
    Tres años queriendo decirte que sin ti, no soy nada y que llevo siendo nada
    36 meses, 144 semanas, 1080 días, 1576800 minutos y 94608000 segundos,
    los cuales los he pasado echándote de menos.
    ...

    miércoles, 15 de septiembre de 2010

    Amor, amor, amor...

    Cuando era sólo una niña, hace poco tiempo pensándolo bien, creía que sólo existían dos tipos de amor: el amor correspondido y el amor no correspondido. Pero no, hace algún tiempo, no mucho, me di cuenta de que no, no es así de simple ni mucho menos. Tú me quieres o eso aseguras y yo... bueno, yo lo daría todo por ti, bien lo sabes ya. Entonces... ¿Qué es lo que falla? Aun recuerdo tu mirada de desolación, jamás había visto tanta tristeza en algo tan hermoso como sin duda son tus ojos de color azul infinito. Aun recuerdo tus palabras, suspendidas en el vacío, colándose desesperadas y sin permiso en mis oídos con el único fin de llegar a mi cerebro para hacerme sufrir como nunca antes nada lo había hecho. Aun lo recuerdo todo, hasta el más mínimo detalle permanece en mi memoria y aquí seguirá por mucho tiempo, quizá más del deseado... aun recuerdo incluso la pequeña mancha de pasta de dientes que llevabas en polo azul marino, en el cuello, al lado de los tres botones de los cuales llevabas solamente uno abrochado. Pero sobre todas las cosas, recordaré la expresión de tu rostro cuando después de tan horribles noticias, en vez de gritar, arrancarme hasta el último mechón de pelo sobre mi cabeza, patalear y gemir hasta el agotamiento, cuando en vez de reaccionar así, como cualquier otro ser humano habría hecho en mi lugar, yo, con toda calma y serenidad derramé una pequeña lágrima, fría y salada, que recorrió mi mejilla hasta perderse por el mentón, mandando un mensaje de sufrimiento y de agonía.
    Todo había sido perfecto hasta entonces, o quizá es el tiempo que dulcifica los recuerdos. Recuerdo discusiones, peleas, llantos, mentiras... ¿Pero qué importa eso ahora? Discutiría contigo un centenar de veces con tal de volver a tenerte a mi lado, de verte sonreír, de escuchar tu risa y de sentir el calor de tu mano en la mía. Pero ya no te tengo, ni te tendré nunca más. ¿Por qué? porque la vida no entiende de justicia ni de amor, la vida sigue adelante a su aire, sin importarle en absoluto nada ni nadie, la vida... vida que ahora necesitaría darte. Porque... ¿Qué importa ya? no hay nada que hacer... mis lágrimas no van a dar a cambiar nada, mi dolor no va a hacer más que crecer y crecer, mi angustia va a consumirme y nada de esto va a ayudarme a recuperarte y mientras, aunque parezca mentira, el mundo sigue girando, el tiempo sigue pasando e incluso habrá personas riendo y charlando con total naturalidad fuera de estas cuatro paredes que no tengo fuerzas a abandonar.
    Y pensar que tú, ingenuo o quizá solo asustado, culpabas de toda esa situación a los dos hombres de mirada apenada, que con batas blancas y pijamas verdes te revelaron el secreto del dolor en el que en poco tiempo todos nos veríamos sumergidos. Esa odiosa palabra que proviene del griego significando literalmente "sangre blanca" pero que todos hoy en día conocemos con el fatídico nombre de leucemia. Si sólo el nombre me da escalofríos no quiero pensar en lo que tú tuviste que pasar hasta el ultimísimo día, día en el que cerraste los ojos para no volverlos a abrir más. Y sé que a quien se lo contara, jamás llegaría a entenderlo, jamás llegaría a entender porque hablo de ti en presente cuando tú ya no estás, porque sigo diciendo que me quieres cuando tu cuerpo yace sin vida debajo de la tierra que piso, porque te dedico todos mis movimientos cuando ya no existes, porque estoy diciendo esto si nadie me va a escuchar. Yo tengo las respuestas, nadie más: un día me dijiste ·"te querré hasta el final de tus días", quizá te equivocaste en el uso del pronombre, quizá en realidad quisiste decir que me querrías hasta el final de tu vida, no de la mía. Pero el caso es que eso fue lo que dijiste y mientras tú me quieras, estés donde estés, yo te querré a ti también con la misma intensidad que te quise el primerísimo día.

    Madres.

    El primer esfuerzo lo hacen antes de que tú hayas puesto un pie en el mundo: comparten su cuerpo contigo, te hacen un huequito en su ser. Y no es sólo eso: comen más por ti, dejan de trabajar por ti, dejan los grandes trotes para otros tiempos, te hablan, te cuidan y ya, sin haberse dado apenas cuenta, te quieren.
    Luego llega el parto que tampoco es moco de pavo. Sufren, lloran, gritan, chillan y aprietan manos ajenas pero ya estás ahí, ese pequeño bulto de su vientre por fin se da a conocer y a pesar de que llega llorando, siempre saca una sonrisa. Entonces, la vida da un giro de trescientos sesenta grados y de pronto hay millones de cosas que este pequeño recién llegado necesita: tiene hambre, los pañales manchados, sueño, quiere que le cojan... Y además lo tiene muy claro: lo necesita y lo necesita ahora, da igual que mamá esté durmiendo, comiendo, esté cansada o necesite un respiro, lo quiere ya. Y mamá se lo da todo.
    Luego llega la hora de buscar guardería, más tarde colegio, instituto, incluso universidad... Y ella sólo quiere lo mejor, te intenta alejar de malas influencias: invita a tus amigos a casa para ver de que pie cojean; los estudia muy de cerca y luego les aprueba... o no. Cuida tu alimentación, tu acné, consola tus complejos, te regaña cuando cree que debe hacerlo aunque luego se sienta culpable a escondidas...
    Madre sólo hay una, la que te acompaña a lo largo de tu camino, la que piensa siempre en ti, la que te cuida, la que te quiere y la que te querrá siempre.

    lunes, 13 de septiembre de 2010

    LIBERTAD. Todo a su lado parecce insignificante.

    martes, 7 de septiembre de 2010

    Algo.



    Lo que ella necesitaba era un milagro, algo bueno que la animara a continuar viviendo, algo de luz entre tanta oscuridad, algo que la limpiara las lágrimas que la levantara la sonrisa, algo por lo que luchar, algo que la hicera feliz, algo por lo que levartarse cada mañana y por lo que coinciliar el sueño con una sonrisa, algo de tranquilidad en su corazón dolorido, algo de medicación para su enfermedad llamada soledad, algo de compresión por parte de los demás, algo inesperado que la hicera brotar como una flor a punto de marchitarse. Lo que ella necesitaba era una lluvia de verano.

    La vida, esa pedazo de zorra.

    Era 21 de junio del 2010, el día de después del pequeño accidente. Me desperté en mi habitación, algo diferente había en ella pero no me apetecía desvanarme los sesos en pensar que era, necesitaba caminar así que sin avisar a nadie, salí de casa.
    En la calle, había mucha gente y absolutamente todos me miraba con una mezcla de pena y asco al cruzarse conmigo, me dolió pero aun así, no les culpo. En realidad lo que verdaderamente necesitaba era verle. Tenía la esperanza de cruzarmelo en cualquier esquina y reconocer en él un rostro de mirada pura, quizá sonriente, quizá preocupado, pero él, con sus ojos verdes y su tímida sonrisa.
    Si hubiera sabido toda la verdad, la idea no hubiera sido tan descabellada. Era un pueblo pequeño, muy pequeño y además era domingo al medio día, cuando los miles de tenderetes del mercadillo invadían las calles y el pueblo entero salía a regatear con los extranjeros vendedores.
    Le busqué en su bar preferido y donde solía ir a comprar el pan. No le encontré. Nunca había estado dentro de tu casa, pero sabía perfectamente donde se encontraba así que allí fui. Mantuve pulsado el botón 2A durante unos segundos y me apoyé en la puerta a esperar.
    -¿Sí? -Dijo una mujer, supuse que sería su madre, pero no la conocía.
    -Hola, buenos días, ¿Está Pier?
    Silencio. Después sollozosos y más silencio. Me quedé de piedra mirando el telefonillo hasta que una voz masculina me asustó.
    -¿Esto es una broma? No tiene ni puta gracia. Lárgate ya, antes de que te pille y te reviente a hostias.
    Alucinada me quedé. Me senté en el escalón del portal encima de un periódico viejo y sí, se me escaparon algunas lágrimas. Necesitaba verle, de verdad. Parecía como si no hubieramos hablado en siglos. Él era mi mejor amigo, más que eso, era todo para mí. Con él la ausencia de mi padre al abandonarnos a mí y a mamá y él dolor en mi corazón causado por pasados novios pasaba totalmente desapercibido. No me hubiera importado que no hubiera hombres en el mundo con tal de tenerle a él.
    No sabía que hacer y tampoco tenía ganas de volver a casa así que saqué el periódico que tenía debajo y comencé a hojearlo. De pronto, me quedé helada al ver que en la portada rezaba "EL PAÍS" y debajo, en letras más pequeñas "24 de julio del 2010" ¿Qué? Sería un error de imprenta o algo... era imposible que ese periódico fuera de tal fecha pero lo más raro es que era incluso más raro que ese periódico no pareciera ni de ese día, se veía viejo y sucio como de hacía un par de semanas. Confusa, me levanté y le pregunté a una señora:
    -Perdone, ¿Sabe usted que día es hoy?
    -Sí, señorita, domingo.
    -Sí, pero... ¿Qué fecha?
    -Ah... pues 17 de agosto, creo. Tal vez sea ya 18...

    Me alejé dando tumbos y de pronto recordé. Recordé ese "pequeño accidente", quizá no tan pequeño. Pier y yo veníamos juntos en coche de terminar el último día de instituto. Él conducía y yo jugaba a poner mis canciones favoritas en la radio para que él adivinara los títulos. No falló ni uno. Fue entonces cuando Nala, el perro de la secretaria del alcalde, cruzó la carretera con su dueña detrás, intentando capturar su mascota. Ninguna de las dos nos vio hasta el último momento y lo mismo pasó con Pier y conmigo. Pier dio un volantazo y el coche se estrelló mientras sonaba Maggie May.

    ...
    Adiós, Pier. Adiós a mi vida.

    Wake up Maggie, I think I've got something to say to you
    It's late September and I really should be back at school
    I know I keep you amused, but I fell I'm being used

    Oh Maggie, I couldn't have tried any more
    You led me away from home
    Just to save you from being alone

    domingo, 27 de junio de 2010

    -Encantada de conocerte, Martha.
    Y esa fue la mayor mentira que jamás había dicho.

    miércoles, 24 de marzo de 2010

    Hasta hoy.

    Lo recuerdo perfectamente, puedo sentirlo todavía: el olor a césped recién cortado, el tímido calor de primavera acariciando mis brazos descubiertos, la felicidad burbujeando en mis venas... Eras tú, tú, el principal motivo de esa felicidad, una felicidad pura y serena, felicidad, felicidad de la buena


    Pero ese día sucedió algo, algo difícil de recordar. Creía conocerte ¿tú me conocías a mí? faltaba poco tiempo para cumplir cinco años desde el día en el que empezamos a salir juntos. Ese día, ese mismo día, estaba sentada en el sofá blanco de la cocina, ése que nos regaló tu madre cuando decidimos vivir juntos, allí estaba yo cuando entraste dentro de la habitación con mi móvil en la mano. Yo levanté la vista del periódico y te lancé una sonrisa dulce, enamorada. Mi sonrisa no fue correspondida. Tenías muy mala cara, si no recuerdo mal incluso sentí cierto miedo al verla... ¿Qué había ocurrido? Me atravesaste con la mirada, absorbiendome mi preciada felicidad y segundos después de vaciarme del todo, hablaste, con tanto desprecio, con tanto enfado, que me dolió, de verdad que me dolió.

    -¿Quién es ese tal "Enrique"?
    Pensé durante unos instantes... ¿Enrique? ¿sería mi primo? no, tú le conocías... ¿Enrique nuestro vecino? no, no tenía sentido... Esos momentos de duda te hicieron perder los papeles, creyendo algo que no era.
    -¡QUE ME RESPONDAS YA!
    -No sé que Enrique es, cariño... Tranquilízate... Pero ¿qué te pasa?
    -¡Sí que lo sabes, furcia!
    ¿Furcia? Las lágrimas empezaron a resbalar por mi rostro... ¿Qué me había llamado el hombre al que yo tanto quería?
    -Pe...pero que no sé, que no me acuerdo...
    -¿ENCIMA TE PONES A LLORAR? ¿QUE QUIERES? ¿HACERME QUEDAR COMO UN IMBÉCIL?
    ...¡ZAS! Me escocía la mejilla, así que instintivamente me llevé ambas manos para comprobar si seguía ahí, si no se había desvanecido. ¿Que había sucedido? Lo comprendí al verte con la mano levantada, tu mirada de odio clavándose en mis adentros... Oh, no... tú no, por favor dime que no ha sido verdad...
    -¿Qué he hecho?
    Farfullaste algo parecido pero yo no te respondí. Me dolía tanto... y no precisamente la mejilla.
    Pasaron fugazmente por mi cabeza algunos momentos clavándose en mi interior como agujas del pasado: tú y yo en el zoo hace tres años, juntos dábamos cacahuetes a los elefantes comentando cuánto les gustaría ser libres; tú y yo en la playa el verano pasado, te quedaste dormido y despertaste rojo como un cangrejo... creí que te habías enfadado pero sólo fingías para tirarme al agua contigo; tú y yo la primera navidad que pasamos juntos, en casa de tu madre, tiré accidentalmente la sopa en tu pantalón y fingiste que no quemaba para que yo no quedara mal delante de tus padres... Siempre tan atento, siempre tan detallista, siempre tan...único.
    Hasta hoy.

    viernes, 19 de marzo de 2010

    Como pica recordarte.


    Ella.
    Ella que creía tenerlo todo, a todos.
    Ella que parecía ser tan dura, la que en realidad era tan sensible.
    Ella que tantas veces se creyó las mentiras de sus personas.
    Ella a la que tanto daño hicieron dos palabras vacías de significado.
    Ella que estaba tan convencida de que todos tenían un fondo bueno.
    Ella que se equivocaba como tantas otras veces.
    Ella que tiene una sonrisa melancólica permanente.
    Ella que sufre.
    Ella que es ingenua.
    Ella que... es ella... y su mayor pecado, es serlo.

    sábado, 13 de marzo de 2010

    Sólo tú.


    Todos nuestros recuerdos los guardo en una botella de cristal.
    Los guardo precisamente aquí para poder verlos desde fuera sin tener que abrirla, corriendo el riesgo de que se salgan y se pierdan para siempre.
    Y ahora que todo ha terminado, ahora que no podré añadir más recuerdos a esta simple botella, no puedo evitar colmar su contenido con una lágrima de profundo dolor.
    El dolor que me supone haber perdido el sabor de tus labios, la musicalidad de tus te quieros y el aroma de tu felicidad enamorada.
    Y es que has acampado en mi corazón y la policía no puede echarte ni a la fuerza. Porque eres el oxígeno que corre por mis venas, eres la chispa de vida que habita en mí y si se apaga su luz, me apago entera.

    Ojalá pudiera tatuarte en la memoria que te quiero, que te querré para siempre jamás y mucho más de lo que tu imaginación pueda darte a entender, porque todavía no se han inventado palabras para lo que yo siento.

    jueves, 11 de marzo de 2010

    Etiquetas


    ...Y llegó la temida pregunta.
    Con una sonrisa gustosa, los ojos entornados llenos de felicidad, con el pelo despeinado cariñosamente y las orejas rojitas de amor.
    -¿Quieres ser mi novia?

    Oh no. Qué dolor... Esta es la parte más difícil, la que siempre se repite, la que no cambiará.

    -¿Por qué poner nombre a esto? ¿Por qué etiquetar nuestros sentimientos? Sabes lo que siento por ti y yo creo saber lo que sientes tú por mí. No me iré con otro chico y si tú decides hacerlo sabes que me destrozarías. Te quiero, de verdad.

    A continuación vendría el final, tenía demasiada experiencia ya.
    Pero me equivoqué, él me tomó la cara con sus manos suaves y me sonrío.

    -Me encanta que me sorpredas siempre... me encantas.

    Y me besó, sin etiquetas.

    martes, 2 de marzo de 2010

    He nacido para estar sola.

    Las hipócritas voces de mis familiares y supuestos amigos me agujerean la cabeza, cubriendo los huecos de falsas esperanzas, falsas promesas, mentiras y más mentiras.
    No quiero estar con nadie así, ya tengo demasiado con ser quién soy, como para tener que aguantar más irritaciones pululando alrededor mío.

    Igual por eso siempre he temido la soledad, porque mi subconsciente sabe que es mi destino.

    lunes, 1 de marzo de 2010

    Creí que había quedado claro desde un principio que ser mi amiga, no es fácil.


    Será porque soy una persona difícil.
    Será porque, aunque no lo parezca, soy hipersensible.
    Será porque no creo en el amor ni en la amistad.
    Será porque me han defraudado demasiadas veces.
    Será porque no pertenezco a mi época.
    Será porque soy un error.
    Será porque no encajo en ningún sitio.
    Será porque no aguanto más la falsedad de las palabras amigo y querer.
    Será porque nunca he querido.
    Será porque nunca he tenido un amigo de verdad.
    Será porque a pesar de estar rodeada de gente, me siento demasiado sola.
    Será porque no soy guapa ni por dentro ni por fuera.
    Será porque cada vez que me miro en el espejo, me entran náuseas.
    Será porque se me olvida hasta mi nombre.
    Será porque soy demasiado vividora.
    Será porque no merezco a la gente.
    Será porque soy un bicho raro.
    Será porque vivo en otro mundo.
    Será porque no tengo fuerza ni talento.
    Será porque soy como un libro cerrado.
    Será porque me gustan cosas atípicas.
    Será porque colecciono nombres de calles.
    Será porque estoy continuamente pensando en cosas no reales.
    Será porque sueño despieta demasiado.
    Será porque mis sueños no se cumplen.

    Por todo será que nadie me conoce, porque mis amigos no me escuchan, porque los que lo hacen, no duran más de dos minutos.

    domingo, 28 de febrero de 2010

    El autobús.

    Qué suerte la mía al tener mi casa a 45 minutos en autobús desde mi instituto.
    Primero, ando hacia la parada subiendo una cuesta con la mochila cargada de rocas y mientras yo subo, ella quiere bajar. Cuando por fin llegamos las dos hacia arriba, habiendo ganado yo la lucha, tenemos que cruzar un paso de peatones en el que gorilas conduciendo sus coches de empresa sin dejarnos pasar nunca, nos hacen estar más cerca de perder el autobús. Esperando las dos algún milagro, aparece una vieja tortuga que con una sonrisa cansada nos cede el paso dentro de su pequeña chatarra con ruedas. Cruzamos levantando la mano en agradecimiento y derrepente la vemos, allí esta, vestida de roja, mirándonos con desdén: la parada del autobús.
    Decidimos quedarnos de pie porque hay poco sitio. Pero pronto, un niño con el pelo revuelto, cara diabólica y ganas de ser irritante aparece tirando de un pobre perro de aspecto viejo y lleno de pulgas deseosas de ser rascadas. El pobre chucho nos mira a mí y a mi mochila y con una lástimosa cara de pena nos dice:
    -No sabeis por lo que tengo que pasar.
    Entonces el niño se da cuenta del pequeño comentario y comienza a insultar al pobre perro con lo primero que se le cruza por su pequeño cerebro.
    -¡Piojoso! ¡brujo! ¡azul!
    Entre tal verborrea de palabras cargadísimas de sentido, llega el rectángulo verde con ruedas. Dejo pasar a una anciana que me mira amenazadora y cuando voy a elevar un pie para apoyarlo en el primer escalón, viene el niño diabólico y me pone la zancadilla. Me caigo y mi pobre mochila se abre esparciendo por el suelo mis preciadas piedras de estudio. Las recojo a toda prisa antes de que el autobusero me gruña indicando con ello que me de prisa. Subimos atropelladamente para encontrarnos con todos los asientos ocupados. Algunas gallinas incuban sus huevos en el asiento más cercano al pasillo en vez de en el de la ventana por lo que me es imposible acceder a un asiento. Miro alrededor y como no veo ninguno en el que pueda sentarme, pienso en quedarme de pie. Pero mi pobre mochila, magullada y dolorida, me suplica que busque uno, así que me sitúo enfrente de una de estas gallinas y le pregunto si sería tan amable de dejarme sentar junto a ella. Por toda respuesta obtengo un cacareo frenético y alterado y una señal con el ala indicádome un asiento libre que está un poco aislado. ¿Por qué a nadie le gustan esos dos asientos que están mirando hacia atrás? Me dirijo allí y me siento. Entonces de pronto entiendo porque nadie nunca se sienta en aquellos cuatro asientos enfrentados. Todos los ojos de toda la jungla, o mejor dicho granja, se clavan en mí. Veo como se comunican, como engullen, como duermen y como viven ajenos a todo lo que pasa a su alredor. En la siguiente parada baja un número considerable de seres por lo que muchos asientos quedan libres y aprovechamos para huír del asiento maldito. Con asombro compruebo que el asiento favorito de todos, el que se enuentra más cercano a la puerta y al botón de solicitar parada, se encuentra vacío, así que allí me siento. Ni dos minutos después, una altiva serpiente, rubia y perfecta, repta veloz para sentarse en el asiento que tengo al lado en vez de colocarse en alguo de los muchos que hay libres, pero eso sí, sin despeinarse. La siguiente parada, es la mía, así que me levanto un poco y puslo el botón anaranjado esperando que con ello la serpiente se de cuenta de mis intenciones de salida. Pero el autobús apunto está de pararse y todavía no ha movido ni una escama.
    -¿Me deja pasar, por favor?- pregunto con educación.
    ¿A caso las serpientes no tienen oídos? Por mover, no mueve ni la mirada, por lo que me veo obligada a pasar torpemente por encima de ella con la prisa de que el autobús no me prive de mi parada marchándose a la siguiente. Entre las prisas y lo pesado de mi mochila, golpeo sin querer la cabeza de la señora serpiente con las piedras que se encuentran en el interior de mi amiga la mochila. Cuando me doy la vuelta para comprobar si existe algún daño de gravedad, observo con horror que uno de sus rubios rizos está ligeramente despeinado. ¿Qué hago? Huyo veloz bajando unos pocos escalones mientras en mi espalda mi pobre mochila ve con pavor la mirada cargada de ira que nos lanza la serpiente acompañada de una sarta de insultos tan horribles que jamás los reproducirá mi boca.

    jueves, 18 de febrero de 2010

    It won't be long.

    Después de un año, un año entero, 365 días sin verle, sin tocarle, sin hablarle cara a cara... Llámandonos todos los días, cartas, correos eléctronicos y mil mensajes... buenos días, buenas noches, qué tal te ha ido el día, te echo de menos, te quiero...
    Su nombre ocupa todos los rincones de mi cabeza. Louis en el parietal, Louis en el temporal... Louis en todas las células de mi cuerpo.

    ...Cuando llegué a su ciudad podía morir de ilusión. Las lágrimas estaban a punto de saltarse de mis ojos para reunirse con el precioso mar que por fin veía. Mis padres y mi hermana me miraban extrañados ¿Y a esta que la pasa? No tenían ni idea de la felicidad que sentía. Mi amor de verano, que no, que al final fue amor de todo el año.

    No todo salió como me esperaba pero por lo menos le vi. Le vi y le abracé. Y así abrazados nos vinieron a sorprender algunos amigos suyos con la noticia de que alguien se había pasado con la bebida y ahora necesitaba ayuda. Que caballeroso él, que aunque se marchó dejándome sin su beso, se marchó apesadumbrado y porque tenía que hacerlo.

    Todo se complicó porque... claro, soy yo, es mi vida... ¿Cómo iba a ser algo fácil?
    Llegué a casa cansada y algo desilusionada aunque con mucho amor por darle todavía.
    Me encerré en la habitación que compartía con mi hermana mayor, enfurruñada y sin ganas de hablar con nadie. Pero mi hermana en cambio, se moría de ganas.
    -¿Qué tal hoy?
    -Eh... bien,bien... ¿tú?
    -Tía, no te lo vas a creer... ¡Estoy tan ilusionada!
    -Mmm ¿sí? ¿por qué?
    -He visto a un chico hoy que... dios mío. Creo que ha sido amor a primera vista, me ha sonreído y no sé, he sabido que era para mí.
    -No me digas...
    -¡Sí! Además Katie me ha dicho que le conoces, se llama Louis.
    ¿Qué ha dicho? ¿Ha pronunciado su nombre? ¿Estoy soñando? Sí, debe ser eso...
    -¿Qué has dicho?
    -¿No me estabas escuchando? ¡Louis! ¡Me encanta, me encanta, le adoro!
    -Pero... si es más pequeño que tú.
    -¿Sí? Buah, me da igual, sé que estamos hechos el uno para el otro.
    -¿Tú crees...?
    -Sí, de verdad, estoy segurísima, te lo digo en serio... Sé que tú le conoces bien... ¿Me ayudarás a conseguirle?
    Y ahí la vi a ella. A mi hermana, mi hermana... Sus ojos delataban su ilusión y su expresión el daño que tantas veces le habían hecho, Louis se portaría bien con ella, como se portaba conmigo... pero ¿y yo qué? yo... tendré que esperar.
    -Sí, claro que te ayudaré.


    No volver a hablarle, que pensase que estaba enfadada, que era una niñata.
    Dejarle el camino libre. Camino, que llegó a su meta.
    Lloros viéndoles juntos, mentiras y más mentiras.
    Dolor...

    martes, 16 de febrero de 2010

    Thanks.

    Gracias.

    a aquellos que me han dado la espalda.
    a aquellos que me han escupido en la cara.
    a aquellos que me han engañado.
    a aquellos que me han utilizado como a un objeto.
    a aquellos que me han hecho sentir inferior.
    a aquellos que me han insultado.
    a aquellos que me han ignorado.
    a aquellos que han fingido quererme.

    a todos ellos: gracias.
    Porque me habeis enseñado que no se puede confiar en nadie.

    sábado, 13 de febrero de 2010

    Usar y tirar



    Hola, tengo a penas unos dos minutos de vida, la tez muy blanca, huelo realmente bien y no puedo abrir los ojos.


    Hola, soy un pañuelo de papel de la marca Kleenex.




    Un niño pelirrojo de ojos verdes y pecas en la cara me acaba de sacar de un paquete en el que dormía plácidamente con otros como yo. Nada más sacarme, me sacude al aire para desdoblarme, quiere aprovecharse al máximo de mí. Me duele un poquito pero no me quejo, al fin y al cabo, existo para eso. Después de desdoblarme veo como me dirige a su nariz.


    (...)


    Oh, no. Ha sido horrible, pero lo he hecho por él. Porque aunque no se lo diga, me cae muy bien ese chico pecoso. Yo le aprecio, de verdad. Le pido con ojos de suplica que me guarde en ese estuche que tiene en la mesa, tiene pinta de cómodo y yo estoy realmente cansado. Me dice que no con la mirada y yo me resigno. Pero...¿Qué hace? Veo como coge un bonito lápiz azul claro y lo guarda dentro ¿Por qué a mí no? Será por algo en especial, en el fondo sé que le importo... Me guarda en un bolsillo de su pantalón en el que casi no quepo pero bueno, no me quiero quejar demasiado.


    Al final del día, después de haber soportado múltiples viajes a su pecosa nariz en los que sufrí, sufrí de verdad, me saca de su claustrofóbico bolsillo. ¡Por fin! ¡No cabía en mí de gozo! Hasta que de pronto veo que me sujeta solo con dos dedos y con una expresion de asco en el rostro. ¿Qué pasa, pelirrojo? Veo como me lleva hacia un cilindro negro y... me arroja, sin más, caigo al vacío, después de todo lo que he hecho por ese pequeño pecoso...

    jueves, 11 de febrero de 2010

    del griego α (no) y ὀρέξις (apetito)

    Clara, 5 años.



    Asomé la naricita por la rendija de la puerta entreabierta. Quería entrar en la habitación de mi hermana y pedirla perdón por nuestra pequeña pelea; pero primero debía saber qué estaba haciendo, si era oportuno interrumpirla. La observé durante unos segundos y vi que se estaba contemplando en su espejo de cuerpo entero. Siempre me gustó ese espejo, parecía antiguo y tenía un marco marrón con bordes dorados que le hacía parecer majestuoso. Sin embargo, a mi hermana no parecía gustarle mucho. Tenía la cara que pone siempre cuando se enfada conmigo, seria, muy seria, pero esta vez con una enorme y conmovedora tristeza en los ojos.
    Y allí estaba ella, delante del espejo sin apenas ropa y mirando con infinita decepción al hermoso espejo. No sabía qué estaba haciendo hasta que comenzó a agarrarse la poca carne que tenía y gritar insultos al pobre e inocente espejo.
    -Gorda, mira que eres gorda... ¿Has visto esto? Es por el helado de chocolate que tomaste ayer, ¿Quién te crees que eres tú para tomar chocolate? ¿Claudia Schiffer? Sólo eres una estúpida gorda, que da demasiado asco como para que la miren los chicos de la calle...Sí, sí, a tus amigas sí, pero a ti ni media palabra, eso por gorda, por gorda y por fea.
    Eso fue lo que llegué a entender. En realidad, más escuchar que entender, porque yo realmente no entendía a quién iban dirigidas esas horribles palabras.
    Entonces vi como mi hermana se dirigía enfurecida a la puerta y decidí esconderme detrás del mueble del recibidor para no ser vista. Corrió hacia el baño y cerró con pestillo. Yo me encaminé a la puerta y pegué la oreja en su fría supeficie. Sólo oí que tosía fuertemente y que seguía con los espantosos insultos. Después, salió del baño arrastrando los pies y yo volví a esconderme. Entonces decidí entrar a ver si podía encontrar allí dentro alguna explicación.
    Sólo me encontré con un repugnante olor a vómito que me obigó a salir inmediatamente de allí, "algo le habrá sentado mal"-pensé.



    Y ahora, me encuentro sentada en una camilla de hospital, cogiéndole la mano a mi moribunda hermana mientras ella, con los ojos cerrados, sonríe. Quizá esté soñando algo bonito, quizá sea tan bonito que no quiera volver conmigo...

    Qué estúpida me siento al entender ahora esos días que quedaron atrás. Esos días en los que yo pensaba que mi hermana se bebía los yogures caducados sólo para no tirarlos a la basura, a pesar de que le supusieran fuertes gastroenteritis, esos días en los que mi hermana se pegaba a sí misma o en los que salía a correr aunque nevara.

    Qué estúpida cría, que no sabía nada de la vida.

    Qué estúpido espejo, que no ayudaba a mi hermana a ver la realidad.

    Qué estúpida chica, la que no sabe valorarse.

    Qué estúpida esta vida, que no reparte igualdad.

    And I love him.

    ¿Pero es posible que le quiera tanto?
    ¿Qué me ha pasado? ¡A mí! ¡La chica arisca e independiente!
    ... Y mírame ahora, no puedo dejar de pensar en él ni un sólo momento.
    Y es separme de él y ya echarle de menos.
    Y es ver cualquier cosa y acordarme de él.
    Y es pensar en nuestros momentos y sonreír como una adolescente enamorada.
    ¿Eso es lo que soy? ¿He llegado a ese punto ya? ¿Ahora?

    Lo que no logro entender es que hace él con alguien como yo, y no dejo de martirizarme porque no veo la lógica por ningún sitio y pienso y pienso... y llego a conclusiones que me duelen en lo más hondo de mi ser. Porque... ¿Qué soy yo sin ti? No soy nada, un Garfunkel sin Simon, un Bee Gee solitario, un quinto y sobrante beatle, una Janis Joplin sin voz. Porque lo eres todo, porque eres mi mitad y porque sólo a ti te diré siempre que te quiero.

    La letra pequeña.

    Abrázame, sin ahogarme.
    Quiéreme, sin obligarme.
    Respétame, sin pedírtelo.
    Respírame, sin aspirarme.
    Cógeme, sin llevarme.
    Háblame, pero no demasiado.
    Cómeme, pero no te lo acabes todo.
    Tócame, pero no me aprietes.
    Siénteme, pero hazlo de verdad.

    martes, 9 de febrero de 2010

    Three words, eight letters.

    -Te quiero.
    -No.
    -Sí.
    -...
    -¿Qué?
    -Te voy a contar una historia.
    -¿Por qué?
    -¿Qué pasa? ¿No puedo?
    -¿Sí...?
    -La historia es sobre un chico y una chica.
    -¿Cómo se llaman?
    -Ehmmm... La chica Claire y él... Brian.
    -¿Brian y Claire? Me suenan...
    -Pues no sé de qué.
    -¿De nosotros?
    -Egocéntrico.
    -Venga, cuéntame que les pasa a Claire y Brian.
    -Vale, vale. Se quieren, o eso parece.
    -¿Eso parece?
    -Sí, eso parece.
    -¿Por qué?
    -Él lo dice de palabra y ella lo demuestra.
    -¿Cómo se lo demuestra?
    -¡¿Cómo que cómo se lo demuestra?! Ves... ni siquiera te das cuenta...
    -¿Con eso quieres decir que Brian no se daba cuenta?
    -Sí, algo así.
    -Igual sí que se daba cuenta.
    -¿Brian? No, Claire sabe que no.
    -¿Y por qué iba a querer Brian si no a Claire?
    -No se sabe si la quería o no.
    -Él se lo decía.
    -Las palabras se las lleva el viento.
    -¿Y? ¿Eso las quita importancia?
    -No, pero todo el mundo sabe decir te quiero.
    -Claire no y tú tampoco.
    -TE QUIERO, RYAN ¿TE VALE?
    -Me vale, Blair... Ahora date la vuelta.

    Y allí estaba, la mejor demostración posible, la que ella siempre hubiera deseado.

    domingo, 7 de febrero de 2010

    Hablando con mamá-.


    -Mamá, mamá, mamá... que tú no me entiendes, que no. No puedo contarte mil cosas, no. No las entederías. Ya te digo yo que no.
    ¿Que dices? ¿Que quieres oírlo, mamá? Pues si tanto insistes, óyelo: estoy harta de esta vida que me has dado, no puedo más con ella. Pero no, no te sientas culpable, eso sí que no.
    ¿Por qué nunca me advertiste? Jamás oí de tus labios una frase que me diera a entender el daño que me pueden hacer las personas. Me duele demasiado, me oprime el corazón y es que ya no puedo más, no, no puedo. Me miran tan mal, mamá... deberías ver las miradas cargadas de odio que me lanzan. ¿Por qué, mamá? ¿Por ser diferente? ¿Y por qué me tuviste que parir diferente? No quiero ser así. Me encantaría ser como ellas... que me gustaran las cosas que les gustan a todas. Creo que incluso doy asco, mamá... Y no quiero, de verdad que no. Nadie me escucha, no es interesante lo que digo ¿verdad que no? No, no, no me digas que tú si que me escuchas, eres mi madre... tú no cuentas en esto. Pero otras veces pienso que... no sé, ¿Cómo me puedo quejar? Tengo comida, casa y madre... hay gente que no tiene eso y yo aquí, quejándome como una idiota. Sí... creo que ese es el problema principal que soy idiota. No me digas que no, eres mi madre ¿Que me ibas a decir tú? Todo cosas buenas y no, no quiero oírlas.
    ¿Qué hago, mamá? ¿Que hago?

    jueves, 4 de febrero de 2010

    Tears


    Acelero el paso hasta acabar corriendo en dirección a mi casa.
    Las lágrimas me caen por el rostro, sólo necesito llegar, estar a salvo dentro. Diviso su tejado azul a lo lejos e intento sonreír pensando "mira, ahí está" pero ¿quién puede sonreír ahora? Yo no.
    Saco las llaves apresuradamente e intento que entren por la cerradura. De los nervios, la exhaltación quizá, se me caen las llaves al suelo. Inútil. Cuando por fin consigo abrir me avalancho dentro y subo las escaleras precipitadamente. Me tropiezo y me caigo. Torpe. Entro en mi habitación y me encierro con llave. Una vez dentro, me tiendo en la cama tapándome la boca con la almohada para amortiguar mis sonoros sollozos. Una vez ahí, lloro, lloro, lloro y lloro. ¿Como puede ser alguien tan idiota? ¿Por qué tengo que ser tan idiota? Intento dejar la mente en blanco pero ni para eso sirvo. Este pensamiento hace que llore más sintiéndome aun peor.
    Me limpio vagamente los ojos con las manos y me asomo a la ventana. Veo un parque. Tres niños pequeños corren unos detrás de otros, riendo y divirtiéndose ante la afectiva y antenta mirada de sus padres. Los miro a ellos, a esos dos adultos. Sonríen y se miran, se quieren. Me imagino a mí con su edad ¿dónde estaré? sola, lo sé. Los que ahora fingen ser mis amigos, se habrán cansado de jugar ese aburrido papel. Ellos estarán casados y yo no. Oh, vamos ¿como iba alguien a aguantarme a mí por siempre jamás? Pero en el fondo, ya me da igual, no es la primera vez que lo pienso y creo que ya lo tengo bastante asumido.
    Hay más gente en el parque, todos parecen felices, contentos de ser quién son.
    Me alejo de ahí. Se me oprime el pecho al verlos sonreír y yo no poder hacerlo.
    Salgo de mi habitación para encerrarme ahora en el baño. Me miro al espejo. Que asco doy. Me acuerdo de la pareja del parque y pienso que yo jamás podré tener hijos. ¿No sería cruel? Lo sería, no puedo obligar a alguien a llevar mis genes, no me gustaría que alguien tuviera que pasar por ello. No, sufriría demasiado; sufriría como lo hago yo.

    Lloro hasta ahogarme en mis lágrimas, hasta no ver más allá que el empaño que estás me producen. Quiero ser feliz, por favor, sólo quiero eso...

    viernes, 29 de enero de 2010


    Tumbada en la cama, miro el techo descubriendo extrañas formas en su pintura de gotelé.
    Mira, ahí hay un corazón, allá una corchea y esa otra... tiene la forma de su lunar en el cuello.
    Suspiro.
    Me incorporo y dirijo la mirada a la mesita de noche donde reposa un cuadro viejo.
    Miro fijamente un punto exacto de la foto que contiene. Sí, tiene la misma forma.
    Me levanto de la cama y con un rápido movimiento cojo el cuadro. Observo la foto unos segundos y me doy cuenta de lo fea que resulto al lado tuyo.
    Vuelvo a suspirar y bajo el cuadro para no verlo.
    Camino indecisa por la habitación dando vueltas alrededor de un punto fijo: el teléfono.
    Me siento y escondo la cara entre las manos. Me retiro el pelo de la cara y decido descolgarlo. Oigo el ruido de la linea y encamino mi dedo al número 6. Siglos transcurren hasta que mi dedo se hunde en la tecla produciendo un agudo sonido en la monotonía de la línea. Me aventuro y sigo marcando los números que me llevarán a oír su voz. Vaya, me lo sé de memoria.
    Espero unos cuantos toques hasta oír un sonido que dulcemente se posa en mis oídos: ¡Hola! El corazón quiere escaparse de mi pecho, mis ojos de sus órbitas y yo también quiero salir corriendo. Antes de que me de tiempo a contestar, sigues hablando. Ah, un contestador automático... Me quedo embelesada escuchando su voz al otro lado de mi teléfono hasta tal punto que sólo me doy cuenta de que ha cesado de hablar en el momento en el que hay que dejar un mensaje de voz.
    ¡Vamos, piensa, estúpida! ¡Di algo, tienes que decir algo!
    Eh, ¿Danny?... que...eh... te echo de menos.

    miércoles, 27 de enero de 2010

    Sense and sensibility

    -¿Te puedo pedir un consejo?
    -¡Claro que sí! Para eso están los amigos ¿no?
    -Amigos... Sí, bueno... en realidad no es para mí, es... para una amiga.
    -¿La conozco?
    -Sí, es posible...
    -Bueno, a ver que puedo hacer.
    -Es un tema de chicos y esas cosas ¿vale? es por saber una opinión masculina del asunto...
    A ella le gusta mucho un chico pero ella está segura de que para él son sólo amigos. Mi amiga no sabe muy bien que hacer porque lleva detrás de él muchísimo tiempo y él ni se da cuenta. Además ha habido alguna vez en que él incluso le ha hablado de otras chicas y mi pobre amiga se ha sentido totalmente estúpida. Yo creo que no debería decirle nada, si quiere, que espere hasta ver si algún día él por fin se interesa por ella... pero mi amiga dice que no aguanta más, que no puede verle todos los días y hablar con él como si solo fuese un amigo más, dice que lleva así demasiado tiempo y que ya no se siente con fuerzas como para seguir fingiendo y mintiéndose a sí misma porque ¡ELLA TE QUIERE DE VERDAD!
    -¿Qué? ¿Que has dicho? ¿Soy yo ese chico?
    -Eh... buff... no tenía pensado decirlo pero la verdad es que sí.
    -¿Y ella? ¿Quién es ella?
    -Pues... ella... ella soy...
    -Porque espero que sea esa rubita con la que vas siempre ¡Está buenísima!
    -...



    lunes, 25 de enero de 2010

    "Coma, pequeña"

    Allá va ella. ¿Qué ha sido de tu seguridad, pequeña? Se te ha caído... y no la encuentras ¿verdad que no? es diminituta como una aguja y más ligera que tu conciencia... ya no tienes más fuerzas para buscarla.
    Te sientas en la cama con los ojos blancos, vacíos. Con una sola mirada, consigues que suene música. Yesterday, all my troubles seemed so far away...
    Sí que se veían lejos, estaban lejos ¿verdad que sí? Pero han vuelto... y esta vez has tenido que pagar la factura, se han llevado toda tu autoestima por la fuerza... Eso te pasa por morosa, pequeña. No pagas tu ración diaria de amargura y te ha caído toda de golpe ¿Que creías? ¿Que podías ser feliz siempre? Las cosas no funcionan así...
    Happiness is a warm gun. Acuérdate de eso y verás como nunca más te decepcionas... Ah y nunca creas a nadie que te diga te quiero.

    domingo, 24 de enero de 2010

    Madres

    (Dos amigas salen a la calle y se encuentran con sus respectivas madres, una que había salido a fumar y la otra que había venido a buscar a su hija, hablando entre ellas)
    CLAIRE: Ah mamá, ya has llegado (sorprendida)
    MADRE DE CLAIRE: Pero... ¿Qué te ha pasado en los zapatos?
    CLAIRE: Bueno... es que se han roto, mamá. No volveré a comprar chanclas por dos euros ¿vale?
    MADRE DE JULIET: ¡Pero Juliet! ¿Y tú por qué no le dejas unos zapatos tuyos?
    JULIET: Se lo he ofrecido pero dice que no hace falta, mamá.
    CLAIRE: No, era porque ya nos vamos. No os preocupeis.
    MADRE DE JULIET: ¡Si es que estas chicas no se preocupan por nada!
    MADRE DE CLAIRE: Es la juventud... Claire sólo piensa en sus discos, su guitarra y poco más...
    MADRE DE JULIET: Juliet igual, ¡pone la música a tope con grupos de cuando nosotras eramos jóvenes!
    MADRE DE CLAIRE: Sí, sí ¡Con Claire me pasa exactamente lo mismo!
    MADRE DE JULIET: ¡Quién nos lo diría! ¡Hacen más caso esos cuatro hippies que a su propia familia!
    (Claire y Juliet las miran atónitas sin decir nada)
    MADRE DE CLAIRE: ¿Verdad que sí? ¡Me encantaría que me prestara la mitad de la atención que le presta a esos grupos! O que se ofreciera algún día a fregar los platos o a hacer la colada..
    MADRE DE JULIET: a Juliet porque la obligo que si no ¡no hacía ni la cama!
    JULIET: bueno mamá, tampoco es para tanto...
    MADRE DE JULIET: ¿Qué no? ¡Si siempre me dice la chica de la limpieza que te vas con la cama sin hacer!
    JULIET: Mamá, esa mujer me odia desde que le dije que apagara la aspiradora porque no podía dormir.
    MADRE DE CLAIRE: ¡Claire también se piensa que todos la odian!
    CLAIRE: A veces parece que me odias, sí...
    MADRE DE CLAIRE: ¿No se os ocurre que lo hacemos por vuestro bien? ¡Nosotras os queremos!
    MADRE DE JULIET: Y vosotras a nosotras no sé yo... Juliet ni lo demuestra ni me lo dice ni nada.
    MADRE DE CLAIRE: ¡Claire diciendo te quiero es un milagro!
    JULIET: Sí, en eso sí que coincido.
    CLAIRE: ¡Juliet! (con tono de reproche)
    MADRE DE CLAIRE: Pues no te quejes mucho porque la verdad es que se nota que Claire te quiere mucho, en casa siempre está hablando cosas buenas de ti.
    CLAIRE: ¡Mamá! (tono de reproche)
    JULIET: ¿De verdad? (se ríe) ¡En el fondo ya lo sabía!
    MADRE DE JULIET: Tranquila Claire, que Juliet hace lo mismo.
    JULIET: (a Claire) No la creas, sólo lo dice para que te sientas bien.
    CLAIRE: Menos mal que es verdad lo que dicen de que madre sólo hay una, porque no podría aguantar que dos o más me abochornaran por separado.
    (Todas se ríen y las dos amigas se van a su casa con sus madres)

    miércoles, 20 de enero de 2010

    ¿Y de quién soy yo el favorito?


    "Por parejas"

    Todos se acercaron rápidamente a su mejor amigo y los dos miembros de la pareja, con una sonrisa y una mirada de complicidad decían sin hablar quién era su compañero favorito.

    "¿Quién no tiene?"

    Tímidamente alguien levantaba la mano. El resto de sus compañeros, con su pareja siempre fiel, se giraron para mirar a esa persona que no tenía pareja y soltar alguna risita o mirada de desprecio.


    Ese alguien, que aunque muchos lo dudaran, era una persona normal y corriente que puede sentir y pensar igual que ellos, se siente solo, estúpido y desgraciado y piensa que nada de esto pasaría si él fuese diferente y si tuviera un amigo de verdad que no le diera de lado jamás.

    lunes, 18 de enero de 2010

    Goodbye my lover




    Que no quiero seguir así, que no puedo.
    Nunca había dado nada por nadie... hasta que llegaste tú. Tú, al que le di todo lo que tengo y lo que nunca podré tener.
    Creo que lo vi desde el principio. No iba a durar, no digas que me querías, no me mientas más.
    No quiero volver a oír tu voz porque si al recordarla me muero de dolor, no quiero saber que pasaría si la escuchara otra vez. No podría, me rompería en mil pedazos. ¿Y sabes lo peor? Que ni siquiera te agacharías para recogerlos, no serían importantes para ti. Los rodearías y seguirías andando como si nunca hubiese pasado nada, como si mi nombre no te dijera nada, ni mi nombre ni todas las veces que te dije que te quería. Lo que para mi fue todo para ti fue nada, todas las conversaciones que tuvimos fueron grabadas en mi corazón con un fuego abrasador y tu no recuerdas ni la primera vez que hablamos.
    Dudé tantas veces que no podría contarlas con la suma de todos nuestros dedos. Traté con chicos que me trataban como siempre quise que lo hicieras tú. Pero rechacé a todos, uno tras otro, cada vez que podía atisbar un pequeño brillo de admiración en tus ojos, impasibles y fríos siempre.

    Por eso me voy a la otra punta del mundo, me marcho.
    Para olvidar tu rostro, tus ojos y tu sonrisa tan poco frecuente.
    Para olvidarte.
    Porque yo... no... yo...
    ...Te quiero y siempre te querré, para que mentirme.






    domingo, 10 de enero de 2010

    Sentimientos escondidos detrás de sus latidos.

    Cuando abres el corazón a alguien, se puede colar cualquiera. Por eso hay que abrirlo con suma precaución y no olvidarse nunca de cerrarlo con llave.
    Pero es mi corazón y al ser mío, es como yo. Yo todo lo pierdo y él perdió la llave en el tercer latido.
    La última vez que lo abrí, se colaron demasiados... y no caben tantos ahí dentro, le están haciendo daño a él y yo sufro cuando se retuerce dentro de mí... Lo habeis dado de sí y ahora no va a funcionar igual que antes. ¿Como voy a volver a abrirlo sabiendo que puedo volver a pasar por lo mismo? No podré... y en algunas ocasiones desearé hacerlo de verdad. Pero ya no se podrá... sus paredes estarán sucias y su suelo demasiado pisoteado. ¿Qué pensarían de mí?, ¿Qué pensarían de él? No lo entenderían...
    Aun no sé si es tarde... no sé si echando a eso ocupas podría volver a sentir... pero no como ahora porque ahora no siente de verdad, sólo percibe el leve eco del grito que emiten los verdaderos sentimientos. Ni él ni yo queremos esto... ¿Pero como sacar a esos individuos de dentro? Hay algunos que no me han hecho mal, todo lo contrario, a pesar de colarse sin invitación, han estado reparando lo que otros rompían, gracias a ellos siento algo por poco que sea y a ellos no podría echarlos. ¿Cómo puedo saber a quienes sacar y a quienes no? Los corazones son ciegos y para mí está todo oscuro, ellos actúan a mis espaldas. Me dolería tener que expulsarlos a todos cuando hay algunos que de verdad merecen la pena... ¿Qué hacer?

    Han de saber aquellos que alejé sin merecerlo que tiré mi corazón a la basura. Ya estaba viejo y necesitaba descansar. Ahora no tengo, vivo sin corazón y ni siento ni padezco.
    Sólo una duda me asoma... Dicen que las personas que carecen de un miembro del cuerpo que una vez tuvieron... lo sienten. ¿Sentiré algo? ¿Sus latidos? ¿Algún sentimiento? ... Espero que no.

    viernes, 8 de enero de 2010

    II

    Primera toma.






    Él es tan... misterioso... tan atractivo... Me hace sentir especial entre todas las demás, pero no es así, él es el diferente. Nunca había conocido a alguien así, capaz de controlar tus estados de ánimo y de hacerte reír cuando estás llorando. Sin embargo, no sabes si te quiere, no puedes saberlo ya que ni lo dice ni lo demuestra. También sé que sería infiel todas las veces que tuviera ocasión y que podría dejar de hablarme durante años sin echarme de menos lo más mínimo.


    Aun así... le quiero.





    Segunda toma.





    Él. No podría describirle con la precisión que merece usando palabras coherentes. Es divertido y gracioso, sabe como disfrutar de la vida. Tiene tantísimos detalles que me dejan sin palabras... sé cuando me echa de menos, cuando me necesita y si me quiere. Me ayuda y me conoce, sabe como tratarme y eso me hace sentir realmente bien. Pero... a veces tengo la impresión de que es un completo desconocido para mí y me siento... ¿engañada? ¿utilizada tal vez? no lo sé...


    Aun así... le quiero.

    Alma gemela.

    Un local lleno niños pijos y ricos. ¿Por qué estaba yo allí? No sé, me había parecido buena idea, al fin y al cabo, era una fiesta.

    Pero ahora me arrepentía terriblemente. Todos, absolutamente todos estaban tan cerca de la perfección que podían rozarla con las yemas de los dedos: eran guapos, elegantes y vestían asombrosamente bien. En cambio, yo llevaba un vestido de segunda mano que me quedaba como un saco de patatas y guapa y elegante, como todos saben, nunca fui. Así que pensé que evitar los espejos podía ser una sabia decisión.
    Me senté en un sofá con un vaso en la mano izquierda lleno de una sustancia que desconocía por completo en su interior. Así estuve un largo rato mientras la gente de perfectas sonrisa rondaba por mi alrededor, sentándose en el sofá o hablando y riendo junto a él.
    Cerré los ojos para no ver nada. Fue ahí cuando noté una presencia a mi lado, la ignoré como a las demás hasta que habló siendo la primera persona que se dirigía a mí en toda la noche.
    -¿Tan aburrida estás? -río.
    -¿Qué?- pregunté extrañada abriendo los ojos.
    -No te duermas.
    Le examiné. Era perfecto como los demás pero no le cubría ese halo de superioridad y me miraba con una sonrisa divertida. Sonreí también sin poder evitarlo.
    -Creo que no encajo- dije tímidamente.
    -¿Vienes a fuera?
    Asentí y nos levantamos del sofá. Caminamos hasta un lujoso balcón donde nos detuvimos y comenzamos a hablar.
    Su nombre era Paul, era de una familia humilde y había crecido criando vacas en una granja a la vuelta del colegio. Era estadounidense, de Oklahoma. Me habló de ello con tanta precisión y cariño de su tierra que fui capaz de sentir que el balcón se desvanecía y me encontraba con un sombrero de paja en medio de un rancho lleno de animales.
    Definitivamente, me encantó ese chico de pelo rubio alborotado y de sonrisa humilde.
    Le gustaban las mismas cosas que a mí, esas que siempre creíste que eras la única a las que interesaban.
    Y así surgieron las cosas: a ambos nos gustaba el mismo grupo, ese grupo daba un concierto la semana siguiente, yo no tenía entradas, a él le sobraba una... y así quedamos en vernos la semana siguiente.
    Esperé ese viernes con ilusión y con ansia. Fue impresionante, mágico, increíble.
    Nos besamos mientras sonaba Falling in love, sin importarnos estar rodeados de fans histéricos que nos arrollaban y con sus gritos nos amenazaban con dejarnos sordos. Pero no oímos ni sentimos nada, todo se paró para nosotros.
    Volvimos a casa andando, arrastrando los pies para aprovechar el momento pero todo llega, y llegó el momento en el que nos detuvimos frente a mi casa de ladrillo y tejado de pizarra.
    Allí me dio un abrazo y me susurró al oído:
    Tenía que ir a un sitio lleno de gente diferente para encontar a mi alma gemela.