domingo, 28 de febrero de 2010

El autobús.

Qué suerte la mía al tener mi casa a 45 minutos en autobús desde mi instituto.
Primero, ando hacia la parada subiendo una cuesta con la mochila cargada de rocas y mientras yo subo, ella quiere bajar. Cuando por fin llegamos las dos hacia arriba, habiendo ganado yo la lucha, tenemos que cruzar un paso de peatones en el que gorilas conduciendo sus coches de empresa sin dejarnos pasar nunca, nos hacen estar más cerca de perder el autobús. Esperando las dos algún milagro, aparece una vieja tortuga que con una sonrisa cansada nos cede el paso dentro de su pequeña chatarra con ruedas. Cruzamos levantando la mano en agradecimiento y derrepente la vemos, allí esta, vestida de roja, mirándonos con desdén: la parada del autobús.
Decidimos quedarnos de pie porque hay poco sitio. Pero pronto, un niño con el pelo revuelto, cara diabólica y ganas de ser irritante aparece tirando de un pobre perro de aspecto viejo y lleno de pulgas deseosas de ser rascadas. El pobre chucho nos mira a mí y a mi mochila y con una lástimosa cara de pena nos dice:
-No sabeis por lo que tengo que pasar.
Entonces el niño se da cuenta del pequeño comentario y comienza a insultar al pobre perro con lo primero que se le cruza por su pequeño cerebro.
-¡Piojoso! ¡brujo! ¡azul!
Entre tal verborrea de palabras cargadísimas de sentido, llega el rectángulo verde con ruedas. Dejo pasar a una anciana que me mira amenazadora y cuando voy a elevar un pie para apoyarlo en el primer escalón, viene el niño diabólico y me pone la zancadilla. Me caigo y mi pobre mochila se abre esparciendo por el suelo mis preciadas piedras de estudio. Las recojo a toda prisa antes de que el autobusero me gruña indicando con ello que me de prisa. Subimos atropelladamente para encontrarnos con todos los asientos ocupados. Algunas gallinas incuban sus huevos en el asiento más cercano al pasillo en vez de en el de la ventana por lo que me es imposible acceder a un asiento. Miro alrededor y como no veo ninguno en el que pueda sentarme, pienso en quedarme de pie. Pero mi pobre mochila, magullada y dolorida, me suplica que busque uno, así que me sitúo enfrente de una de estas gallinas y le pregunto si sería tan amable de dejarme sentar junto a ella. Por toda respuesta obtengo un cacareo frenético y alterado y una señal con el ala indicádome un asiento libre que está un poco aislado. ¿Por qué a nadie le gustan esos dos asientos que están mirando hacia atrás? Me dirijo allí y me siento. Entonces de pronto entiendo porque nadie nunca se sienta en aquellos cuatro asientos enfrentados. Todos los ojos de toda la jungla, o mejor dicho granja, se clavan en mí. Veo como se comunican, como engullen, como duermen y como viven ajenos a todo lo que pasa a su alredor. En la siguiente parada baja un número considerable de seres por lo que muchos asientos quedan libres y aprovechamos para huír del asiento maldito. Con asombro compruebo que el asiento favorito de todos, el que se enuentra más cercano a la puerta y al botón de solicitar parada, se encuentra vacío, así que allí me siento. Ni dos minutos después, una altiva serpiente, rubia y perfecta, repta veloz para sentarse en el asiento que tengo al lado en vez de colocarse en alguo de los muchos que hay libres, pero eso sí, sin despeinarse. La siguiente parada, es la mía, así que me levanto un poco y puslo el botón anaranjado esperando que con ello la serpiente se de cuenta de mis intenciones de salida. Pero el autobús apunto está de pararse y todavía no ha movido ni una escama.
-¿Me deja pasar, por favor?- pregunto con educación.
¿A caso las serpientes no tienen oídos? Por mover, no mueve ni la mirada, por lo que me veo obligada a pasar torpemente por encima de ella con la prisa de que el autobús no me prive de mi parada marchándose a la siguiente. Entre las prisas y lo pesado de mi mochila, golpeo sin querer la cabeza de la señora serpiente con las piedras que se encuentran en el interior de mi amiga la mochila. Cuando me doy la vuelta para comprobar si existe algún daño de gravedad, observo con horror que uno de sus rubios rizos está ligeramente despeinado. ¿Qué hago? Huyo veloz bajando unos pocos escalones mientras en mi espalda mi pobre mochila ve con pavor la mirada cargada de ira que nos lanza la serpiente acompañada de una sarta de insultos tan horribles que jamás los reproducirá mi boca.

jueves, 18 de febrero de 2010

It won't be long.

Después de un año, un año entero, 365 días sin verle, sin tocarle, sin hablarle cara a cara... Llámandonos todos los días, cartas, correos eléctronicos y mil mensajes... buenos días, buenas noches, qué tal te ha ido el día, te echo de menos, te quiero...
Su nombre ocupa todos los rincones de mi cabeza. Louis en el parietal, Louis en el temporal... Louis en todas las células de mi cuerpo.

...Cuando llegué a su ciudad podía morir de ilusión. Las lágrimas estaban a punto de saltarse de mis ojos para reunirse con el precioso mar que por fin veía. Mis padres y mi hermana me miraban extrañados ¿Y a esta que la pasa? No tenían ni idea de la felicidad que sentía. Mi amor de verano, que no, que al final fue amor de todo el año.

No todo salió como me esperaba pero por lo menos le vi. Le vi y le abracé. Y así abrazados nos vinieron a sorprender algunos amigos suyos con la noticia de que alguien se había pasado con la bebida y ahora necesitaba ayuda. Que caballeroso él, que aunque se marchó dejándome sin su beso, se marchó apesadumbrado y porque tenía que hacerlo.

Todo se complicó porque... claro, soy yo, es mi vida... ¿Cómo iba a ser algo fácil?
Llegué a casa cansada y algo desilusionada aunque con mucho amor por darle todavía.
Me encerré en la habitación que compartía con mi hermana mayor, enfurruñada y sin ganas de hablar con nadie. Pero mi hermana en cambio, se moría de ganas.
-¿Qué tal hoy?
-Eh... bien,bien... ¿tú?
-Tía, no te lo vas a creer... ¡Estoy tan ilusionada!
-Mmm ¿sí? ¿por qué?
-He visto a un chico hoy que... dios mío. Creo que ha sido amor a primera vista, me ha sonreído y no sé, he sabido que era para mí.
-No me digas...
-¡Sí! Además Katie me ha dicho que le conoces, se llama Louis.
¿Qué ha dicho? ¿Ha pronunciado su nombre? ¿Estoy soñando? Sí, debe ser eso...
-¿Qué has dicho?
-¿No me estabas escuchando? ¡Louis! ¡Me encanta, me encanta, le adoro!
-Pero... si es más pequeño que tú.
-¿Sí? Buah, me da igual, sé que estamos hechos el uno para el otro.
-¿Tú crees...?
-Sí, de verdad, estoy segurísima, te lo digo en serio... Sé que tú le conoces bien... ¿Me ayudarás a conseguirle?
Y ahí la vi a ella. A mi hermana, mi hermana... Sus ojos delataban su ilusión y su expresión el daño que tantas veces le habían hecho, Louis se portaría bien con ella, como se portaba conmigo... pero ¿y yo qué? yo... tendré que esperar.
-Sí, claro que te ayudaré.


No volver a hablarle, que pensase que estaba enfadada, que era una niñata.
Dejarle el camino libre. Camino, que llegó a su meta.
Lloros viéndoles juntos, mentiras y más mentiras.
Dolor...

martes, 16 de febrero de 2010

Thanks.

Gracias.

a aquellos que me han dado la espalda.
a aquellos que me han escupido en la cara.
a aquellos que me han engañado.
a aquellos que me han utilizado como a un objeto.
a aquellos que me han hecho sentir inferior.
a aquellos que me han insultado.
a aquellos que me han ignorado.
a aquellos que han fingido quererme.

a todos ellos: gracias.
Porque me habeis enseñado que no se puede confiar en nadie.

sábado, 13 de febrero de 2010

Usar y tirar



Hola, tengo a penas unos dos minutos de vida, la tez muy blanca, huelo realmente bien y no puedo abrir los ojos.


Hola, soy un pañuelo de papel de la marca Kleenex.




Un niño pelirrojo de ojos verdes y pecas en la cara me acaba de sacar de un paquete en el que dormía plácidamente con otros como yo. Nada más sacarme, me sacude al aire para desdoblarme, quiere aprovecharse al máximo de mí. Me duele un poquito pero no me quejo, al fin y al cabo, existo para eso. Después de desdoblarme veo como me dirige a su nariz.


(...)


Oh, no. Ha sido horrible, pero lo he hecho por él. Porque aunque no se lo diga, me cae muy bien ese chico pecoso. Yo le aprecio, de verdad. Le pido con ojos de suplica que me guarde en ese estuche que tiene en la mesa, tiene pinta de cómodo y yo estoy realmente cansado. Me dice que no con la mirada y yo me resigno. Pero...¿Qué hace? Veo como coge un bonito lápiz azul claro y lo guarda dentro ¿Por qué a mí no? Será por algo en especial, en el fondo sé que le importo... Me guarda en un bolsillo de su pantalón en el que casi no quepo pero bueno, no me quiero quejar demasiado.


Al final del día, después de haber soportado múltiples viajes a su pecosa nariz en los que sufrí, sufrí de verdad, me saca de su claustrofóbico bolsillo. ¡Por fin! ¡No cabía en mí de gozo! Hasta que de pronto veo que me sujeta solo con dos dedos y con una expresion de asco en el rostro. ¿Qué pasa, pelirrojo? Veo como me lleva hacia un cilindro negro y... me arroja, sin más, caigo al vacío, después de todo lo que he hecho por ese pequeño pecoso...

jueves, 11 de febrero de 2010

del griego α (no) y ὀρέξις (apetito)

Clara, 5 años.



Asomé la naricita por la rendija de la puerta entreabierta. Quería entrar en la habitación de mi hermana y pedirla perdón por nuestra pequeña pelea; pero primero debía saber qué estaba haciendo, si era oportuno interrumpirla. La observé durante unos segundos y vi que se estaba contemplando en su espejo de cuerpo entero. Siempre me gustó ese espejo, parecía antiguo y tenía un marco marrón con bordes dorados que le hacía parecer majestuoso. Sin embargo, a mi hermana no parecía gustarle mucho. Tenía la cara que pone siempre cuando se enfada conmigo, seria, muy seria, pero esta vez con una enorme y conmovedora tristeza en los ojos.
Y allí estaba ella, delante del espejo sin apenas ropa y mirando con infinita decepción al hermoso espejo. No sabía qué estaba haciendo hasta que comenzó a agarrarse la poca carne que tenía y gritar insultos al pobre e inocente espejo.
-Gorda, mira que eres gorda... ¿Has visto esto? Es por el helado de chocolate que tomaste ayer, ¿Quién te crees que eres tú para tomar chocolate? ¿Claudia Schiffer? Sólo eres una estúpida gorda, que da demasiado asco como para que la miren los chicos de la calle...Sí, sí, a tus amigas sí, pero a ti ni media palabra, eso por gorda, por gorda y por fea.
Eso fue lo que llegué a entender. En realidad, más escuchar que entender, porque yo realmente no entendía a quién iban dirigidas esas horribles palabras.
Entonces vi como mi hermana se dirigía enfurecida a la puerta y decidí esconderme detrás del mueble del recibidor para no ser vista. Corrió hacia el baño y cerró con pestillo. Yo me encaminé a la puerta y pegué la oreja en su fría supeficie. Sólo oí que tosía fuertemente y que seguía con los espantosos insultos. Después, salió del baño arrastrando los pies y yo volví a esconderme. Entonces decidí entrar a ver si podía encontrar allí dentro alguna explicación.
Sólo me encontré con un repugnante olor a vómito que me obigó a salir inmediatamente de allí, "algo le habrá sentado mal"-pensé.



Y ahora, me encuentro sentada en una camilla de hospital, cogiéndole la mano a mi moribunda hermana mientras ella, con los ojos cerrados, sonríe. Quizá esté soñando algo bonito, quizá sea tan bonito que no quiera volver conmigo...

Qué estúpida me siento al entender ahora esos días que quedaron atrás. Esos días en los que yo pensaba que mi hermana se bebía los yogures caducados sólo para no tirarlos a la basura, a pesar de que le supusieran fuertes gastroenteritis, esos días en los que mi hermana se pegaba a sí misma o en los que salía a correr aunque nevara.

Qué estúpida cría, que no sabía nada de la vida.

Qué estúpido espejo, que no ayudaba a mi hermana a ver la realidad.

Qué estúpida chica, la que no sabe valorarse.

Qué estúpida esta vida, que no reparte igualdad.

And I love him.

¿Pero es posible que le quiera tanto?
¿Qué me ha pasado? ¡A mí! ¡La chica arisca e independiente!
... Y mírame ahora, no puedo dejar de pensar en él ni un sólo momento.
Y es separme de él y ya echarle de menos.
Y es ver cualquier cosa y acordarme de él.
Y es pensar en nuestros momentos y sonreír como una adolescente enamorada.
¿Eso es lo que soy? ¿He llegado a ese punto ya? ¿Ahora?

Lo que no logro entender es que hace él con alguien como yo, y no dejo de martirizarme porque no veo la lógica por ningún sitio y pienso y pienso... y llego a conclusiones que me duelen en lo más hondo de mi ser. Porque... ¿Qué soy yo sin ti? No soy nada, un Garfunkel sin Simon, un Bee Gee solitario, un quinto y sobrante beatle, una Janis Joplin sin voz. Porque lo eres todo, porque eres mi mitad y porque sólo a ti te diré siempre que te quiero.

La letra pequeña.

Abrázame, sin ahogarme.
Quiéreme, sin obligarme.
Respétame, sin pedírtelo.
Respírame, sin aspirarme.
Cógeme, sin llevarme.
Háblame, pero no demasiado.
Cómeme, pero no te lo acabes todo.
Tócame, pero no me aprietes.
Siénteme, pero hazlo de verdad.

martes, 9 de febrero de 2010

Three words, eight letters.

-Te quiero.
-No.
-Sí.
-...
-¿Qué?
-Te voy a contar una historia.
-¿Por qué?
-¿Qué pasa? ¿No puedo?
-¿Sí...?
-La historia es sobre un chico y una chica.
-¿Cómo se llaman?
-Ehmmm... La chica Claire y él... Brian.
-¿Brian y Claire? Me suenan...
-Pues no sé de qué.
-¿De nosotros?
-Egocéntrico.
-Venga, cuéntame que les pasa a Claire y Brian.
-Vale, vale. Se quieren, o eso parece.
-¿Eso parece?
-Sí, eso parece.
-¿Por qué?
-Él lo dice de palabra y ella lo demuestra.
-¿Cómo se lo demuestra?
-¡¿Cómo que cómo se lo demuestra?! Ves... ni siquiera te das cuenta...
-¿Con eso quieres decir que Brian no se daba cuenta?
-Sí, algo así.
-Igual sí que se daba cuenta.
-¿Brian? No, Claire sabe que no.
-¿Y por qué iba a querer Brian si no a Claire?
-No se sabe si la quería o no.
-Él se lo decía.
-Las palabras se las lleva el viento.
-¿Y? ¿Eso las quita importancia?
-No, pero todo el mundo sabe decir te quiero.
-Claire no y tú tampoco.
-TE QUIERO, RYAN ¿TE VALE?
-Me vale, Blair... Ahora date la vuelta.

Y allí estaba, la mejor demostración posible, la que ella siempre hubiera deseado.

domingo, 7 de febrero de 2010

Hablando con mamá-.


-Mamá, mamá, mamá... que tú no me entiendes, que no. No puedo contarte mil cosas, no. No las entederías. Ya te digo yo que no.
¿Que dices? ¿Que quieres oírlo, mamá? Pues si tanto insistes, óyelo: estoy harta de esta vida que me has dado, no puedo más con ella. Pero no, no te sientas culpable, eso sí que no.
¿Por qué nunca me advertiste? Jamás oí de tus labios una frase que me diera a entender el daño que me pueden hacer las personas. Me duele demasiado, me oprime el corazón y es que ya no puedo más, no, no puedo. Me miran tan mal, mamá... deberías ver las miradas cargadas de odio que me lanzan. ¿Por qué, mamá? ¿Por ser diferente? ¿Y por qué me tuviste que parir diferente? No quiero ser así. Me encantaría ser como ellas... que me gustaran las cosas que les gustan a todas. Creo que incluso doy asco, mamá... Y no quiero, de verdad que no. Nadie me escucha, no es interesante lo que digo ¿verdad que no? No, no, no me digas que tú si que me escuchas, eres mi madre... tú no cuentas en esto. Pero otras veces pienso que... no sé, ¿Cómo me puedo quejar? Tengo comida, casa y madre... hay gente que no tiene eso y yo aquí, quejándome como una idiota. Sí... creo que ese es el problema principal que soy idiota. No me digas que no, eres mi madre ¿Que me ibas a decir tú? Todo cosas buenas y no, no quiero oírlas.
¿Qué hago, mamá? ¿Que hago?

jueves, 4 de febrero de 2010

Tears


Acelero el paso hasta acabar corriendo en dirección a mi casa.
Las lágrimas me caen por el rostro, sólo necesito llegar, estar a salvo dentro. Diviso su tejado azul a lo lejos e intento sonreír pensando "mira, ahí está" pero ¿quién puede sonreír ahora? Yo no.
Saco las llaves apresuradamente e intento que entren por la cerradura. De los nervios, la exhaltación quizá, se me caen las llaves al suelo. Inútil. Cuando por fin consigo abrir me avalancho dentro y subo las escaleras precipitadamente. Me tropiezo y me caigo. Torpe. Entro en mi habitación y me encierro con llave. Una vez dentro, me tiendo en la cama tapándome la boca con la almohada para amortiguar mis sonoros sollozos. Una vez ahí, lloro, lloro, lloro y lloro. ¿Como puede ser alguien tan idiota? ¿Por qué tengo que ser tan idiota? Intento dejar la mente en blanco pero ni para eso sirvo. Este pensamiento hace que llore más sintiéndome aun peor.
Me limpio vagamente los ojos con las manos y me asomo a la ventana. Veo un parque. Tres niños pequeños corren unos detrás de otros, riendo y divirtiéndose ante la afectiva y antenta mirada de sus padres. Los miro a ellos, a esos dos adultos. Sonríen y se miran, se quieren. Me imagino a mí con su edad ¿dónde estaré? sola, lo sé. Los que ahora fingen ser mis amigos, se habrán cansado de jugar ese aburrido papel. Ellos estarán casados y yo no. Oh, vamos ¿como iba alguien a aguantarme a mí por siempre jamás? Pero en el fondo, ya me da igual, no es la primera vez que lo pienso y creo que ya lo tengo bastante asumido.
Hay más gente en el parque, todos parecen felices, contentos de ser quién son.
Me alejo de ahí. Se me oprime el pecho al verlos sonreír y yo no poder hacerlo.
Salgo de mi habitación para encerrarme ahora en el baño. Me miro al espejo. Que asco doy. Me acuerdo de la pareja del parque y pienso que yo jamás podré tener hijos. ¿No sería cruel? Lo sería, no puedo obligar a alguien a llevar mis genes, no me gustaría que alguien tuviera que pasar por ello. No, sufriría demasiado; sufriría como lo hago yo.

Lloro hasta ahogarme en mis lágrimas, hasta no ver más allá que el empaño que estás me producen. Quiero ser feliz, por favor, sólo quiero eso...